26 mar 2011

Lloriqueos tardíos

Joel Ortega Juárez

26-03-11

El partido del matrimonio por conveniencia, entre revolucionarios marxista-leninistas” y priistas pro-gresistas”, terminó por imponer la cultura de los gobiernistas “jubilados”.


Ante la debacle del PRD, antiguos fanáticos de ese “proyecto” descubren el hilo negro. Algunos beneficiarios de las canonjías otorgadas por ese aparato se desgarran las vestiduras y con el dedo flamígero señalan las “causas” de la putrefacción del “partido”: unilateralización de lo electoral, pérdida de autonomía al depender de los subsidios estatales, voracidad desmedida para obtener un “hueso”, miles de familias, compadres, cuates y camaradas,“enchufados” al presupuesto, tribus suplantando los “organismos” regulares del “partido”, rotación de caudillos que son venerados al límite y luego demonizados, acusados de todo tipo de “traiciones” y felonías.

La lista de “denuncias” es inacabable, también lo son los “cruzados” que vociferan contra ese lodazal, sin salirse de él, hasta no tener clara la “película”.

Casi todos los “puros” y los “traidores” comparten uno tras otro los “idearios” revolucionarios gestados desde el cardenismo, sistematizados por Vicente Lombardo y practicados por el echeverriato.

Las taras genéticas de ese “izquierdismo” estatista ni siquiera se cuestionan.

Para no ir hasta la cuna de la sumisión de la Casa del Obrero Mundial, que se sumó a Venustiano Carranza para perseguir a los zapatistas y villistas, baste recordar la política de “unidad a toda costa” del Partido Comunista con el gobierno del general Cárdenas, que lo condujo a renunciar a su propia fuerza en la recién fundada Confederación de Trabajadores de México-CTM y entregarle el cargo de secretario de Organización a Fidel Velázquez.

Pero la cosa no paró con el cardenismo. La política de “apoyar lo positivo y combatir lo negativo” se mantuvo en el PCM hasta 1960.

Fueron las luchas sociales de ferrocarrileros, maestros, campesinos y luego durante las décadas de los 60 y 70, las del movimiento estudiantil, las que impulsaron una práctica autónoma frente el “Estado, emanado de la Revolución mexicana”, pero que no consiguieron traducirse en un pensamiento autónomo y se mantuvo el maleficio bautizado por José Revueltas como “el proletariado sin cabeza” derivado de la “inexistencia histórica del partido comunista”.

Lo que tenía que pasar pasó: el partido del matrimonio por conveniencia, entre “revolucionarios marxista-leninistas”—de todo tipo incluso trotskistas y maoístas— y priistas “progresistas”, terminó por imponer la cultura de los gobiernistas “jubilados” y exterminar todo vestigio de independencia.

Por eso no es rara la restauración priista.

Publicado en Milenio

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