El PRD bifronte
Jesús Ortega Martínez
28 de agosto 2007
En el partido conviven dos visiones sobre la izquierda y las contradicciones entre éstas no son menores. Tales diferencias, que son nítidas y claras, no tienen que ver, por cierto, con definiciones coyunturales como la “Presidencia de Calderón” Mi buen amigo y excelente periodista Rogelio Hernández realizó una muy buena crónica sobre lo sucedido en el Congreso Nacional del PRD. “Del drama a la comedia”, así titula su reportaje y lo representa gráficamente con la cabeza de Jano, el bifronte, el de las dos caras mirando a lados contrarios. Podría dársele continuidad a la costumbre de mentir, tan frecuente en la vida política del país, y decir que el reportaje de Rogelio no se apega a la realidad y en el partido no hay diferencias. Decirlo sería una falsedad. Sí hay diferencias y más vale que lo reconozcamos abiertamente. Sin duda, en el PRD se encuentran conviviendo dos visiones sobre la izquierda y las contradicciones entre éstas no son menores. Tales diferencias, que son nítidas y claras, no tienen que ver, por cierto, con definiciones coyunturales como el de la “Presidencia de Calderón”. En esto, a contrapelo de opiniones de columnistas facciosos, todos en el PRD coincidimos en que existió un fraude electoral y que el PAN y Calderón ocupan el Ejecutivo de manera ilegítima e inconstitucional. La diferencia está más bien ubicada en la definición estratégica sobre el papel del PRD en las necesarias transformaciones del país y, quizá más importante aún, en la concepción que tenemos sobre lo que es la izquierda. Algunos compañeros ubican al PRD como “un mal necesario”, un utilitario que sirve para contar con un registro legal y, además, con algunos recursos económicos.
El PRD, para estos compañeros, es una franquicia que se utiliza con el fin de registrar a candidatos a puestos de elección, para después desecharla. De manera más simplista y ordinaria, el PRD debería ser, dicen estos compañeros, un registro legal para que cada seis años postulemos a un candidato a Presidente. En esa visión de partido, no importan ni el programa ni la propuesta, no importan la autoridad ni el prestigio del PRD, no importa su conducción, como lo hemos visto, y tampoco importarían, entonces, su línea política y su estrategia. Por supuesto, esta es una concepción totalmente equivocada que conduce, como lo experimentamos ahora, sólo al debilitamiento y al aislamiento del PRD. Evidentemente, se requiere interrumpir esta inercia de desgaste para, sobre todo ahora, recuperar la idea de construir al PRD como una gran organización política que, estando presente en todas las entidades y las regiones del país, tenga capacidad de enfrentar y vencer a la derecha en todos los terrenos, especialmente, en la lucha ideológica. A la derecha no se le va a derrotar con cañonazos de aire; no la superaremos sólo con buenas intenciones y menos si sólo proyectamos conflicto y desunión. La izquierda en México, para consolidarse y convertirse en gobierno, requiere un partido y un programa que represente a los intereses y las aspiraciones de la gran mayoría de la población. El país necesita un gran partido de izquierda, que sea respetado, que sea apreciado, porque mantenga fidelidad a sus principios y porque actúe en congruencia con una ética política.
Publicado en Excélsior
No hay comentarios:
Publicar un comentario