Este Blog es un espacio para abordar, desde todos los ángulos y posiciones, todo lo relacionado con la Izquierda en México, con el propósito de que los interesados en el tema consulten la diversidad de opiniones, artículos y ensayos que se han venido escribiendo en distintos medios impresos y en el ciberespacio, en el pasado inmediato y en el presente. No tiene otro fin más que el de fomentar una cultura por la investigación, la crítica, el estudio y el debate sobre la IZQUIERDA EN MÉXICO.

22 jun 2012
VOTO INFORMADO Y RAZONADO
Conceptualmente la izquierda surge precisamente de oponerse a los privilegios del Rey y el movimiento de ilustración en contra del oscurantismo y fanatismos. Las posturas del candidato del Movimiento Progresista en materia de libertades y derechos para las mujeres y del Movimiento lésbico-gay son semejantes a las de Enrique Peña Nieto. Las relaciones y compromisos soterrados y públicos de Obrador con la iglesia durante su gobierno en el DF son ejemplos de su conservadurismo. Como dice Marco Rascón la derecha es un lugar que está más allá de Guanajuato.
El proyecto de la República Amorosa es la continuidad de los postulados conservadores de López Obrador. En esa república, como dice Roger Bartra, se reúnen tanto las formas cristianas como las ideas populistas, bajo la expresión tolstoiana. O como lo expone acertadamente Jesús Silva-Herzog Márquez: bajo la democracia, el vínculo entre gobierno y sociedad es el de la representación electoral. Sólo se entiende como un encargo, nunca como una devoción. Reconocer al poder político, respaldarlo incluso, no implica adorarlo. Y reconocerse parte de una sociedad no supone el ignorar diferencias o abdicar a los antagonismos bajo el discurso de la fraternidad patriótica. El conflicto, el desacuerdo, las antipatías y aversiones son parte vital de una sociedad vital. Sólo el conservadurismo más terco podría condenar esas tensiones y emociones sociales como traiciones a los deberes del amor.
En consecuencia, no me identifico en absoluto con la religiosidad de la política de López Obrador, tanto por ser un ateoconfeso como por considerar que los pilares fundamentales de una republica democrática no está en el amor al prójimo, sino en el laicismo, en el estado de derecho y en los poderes de la unión.
Su liberalismo es más consecuente que el que postula el candidato Gabriel Quadri, aunque a decir verdad éste es más explicito en algunos rublos, rayando incluso en el neoliberalismo; El liberalismo de JVM la aleja del sindicalismo de los privilegios y la corrupción como el SNTE que impulsa a Quadri; y del sindicalismo corrupto y delincuencial de Napoleón Gómez Urrutia o el de los privilegios y de la impunidad que goza el SME, que apoyan a López Obrador.
La propuesta de Gobierno de Coalición de JVM, aunque no lo suficientemente desarrollada y expuesta, me parece que es el mejor reconocimiento a la pluralidad política existente y de que la presidencia imperial es cosa del pasado. Quienes aún aspiran a gobernar bajo el esquema del viejo régimen de que una presidencia fuerte y con mayoría absoluta en las cámaras es la única solución a la parálisis y a la ineficacia gubernamental, implícita y explícitamente quieren sepultar el pluripartidismo en el Congreso y revivir estilos de gobernar a la vieja usanza.
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AMLO-Ebrard: la disputa de la impotencia
Alán Arias Marín
No existe el político capaz, ni siquiera Ebrard y su apuesta por un bloque centro progresista con el PAN, como sí lo fueron Cárdenas y AMLO, populistas y nacionalistas-revolucionarios, de asumirse y ser aceptado como “jefe político” apto para ese liderazgo.

La descomposición de la izquierda electoral mexicana es más grave que nunca en virtud de su impotencia política. La indefinición y confusión que privan en el relevo de la presidencia del PRD y otros cargos directivos (Secretaría General) muestran el grado de inoperancia, infecundidad política y organizativa, que tienen en riesgo de desarticulación a ese partido. La urgente y decisiva reconstrucción política del PRD, como la organización mayor y emblemática de la “izquierda” parece improbable.
A diferencia de sus momentos cruciales de expansión política y afirmación institucional, el bloque de izquierda no es actualmente capaz de generar expectativas políticas, sociales y culturales en los amplios sectores de masas (trabajadores, jornaleros agrícolas, campesinos pobres y medios, clases medias empobrecidas y/o insatisfechas, masas desposeídas y marginadas, intelectuales y artistas) en condiciones estructurales e intelectuales propicias para ilusionarse y votar por esa opción.
1988, 1997, 2006, fueron episodios y procesos que prefiguraron una “izquierda” que parecía corresponderse intelectualmente y esbozaba capacidades para articularse prácticamente con las condiciones estructurales de la sociedad mexicana. Eso la dotaba de fuerza y potencia. Fue, en esas oportunidades, el esbozo de un bloque político y social emergente apto para disputar el poder al bloque social y políticamente dominante, partidistamente encuadrado en el PRI y el PAN.
No existe el político capaz (ni siquiera Ebrard y la complicada e ideológicamente inopinada apuesta por un bloque centro-progresista con el PAN) como sí lo hubo en otros momentos cruciales (Cárdenas y AMLO, con apelación populista y concepción nacionalista-revolucionaria) de asumirse y ser aceptado como “jefe político” apto para ese liderazgo.
El caudillo, para serlo, debe generar expectativas reales y efectivas de poder. Está en el origen del PRD (su código genético), en su heterogénea composición de fuerzas y en su precariedad ideológica subordinada al nacionalismo revolucionario. Necesidad reiterada —nunca cuestionada— de un “caudillo” con la fuerza centrípeta suficiente para nuclear tendencias y tribus y amalgamar con relativa coherencia la precariedad ideológica de sus corrientes.
Para las elecciones 2012, ese abanico de fuerzas, denominada izquierda, no cuenta con condiciones para aspirar seriamente al poder presidencial. AMLO, aún como candidato unitario (PRD-PT-Convergencia), no cuenta con probabilidades de triunfo; su voto duro es escaso, sus negativos demasiado altos, por lo que el elector libre (indeciso), que decidirá la elección, muy improbablemente sería convencido por su propuesta.
Ebrard, por su parte, eventualmente más competitivo entre los indecisos, tampoco cuenta con fuerza política y caudal de votos suficientes para ganar como candidato único del PRD, aún en el improbable caso de que AMLO decidiera no contender (PT-Convergencia), sus votos duros se concentran clientelarmente en el DF y su proyección al plano nacional será limitada (en rigor, está mermado de antemano por los votos leales de AMLO y su movimiento).
Dejada a su propia fuerza, ninguna opción de “izquierda” tiene condiciones de posibilidad objetiva para ser alternativa de poder. Esa debilidad estructural se convierte en impedimento para su crecimiento político al punto de imposibilitar la sinergia suficiente para generar expectativas de triunfo para los sectores sociales proclives a sus ideas o imagen mediática y cultural.
Ebrard es pieza clave (AMLO también) del juego coyuntural en el que el PRD decide el relevo directivo y, con ello, indirectamente y a futuro, candidaturas, prerrogativas y prebendas de poder y financieras que configuran su “territorio” de poder. Pero no puede jugar el papel de caudillo reconstructor, porque, sin la hipotética alianza con el presidente Calderón y PAN, no cuenta con cartas suficientes para ganar la presidencia. Ahí lo ilusorio hace mella en su profesionalismo.
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