
Este Blog es un espacio para abordar, desde todos los ángulos y posiciones, todo lo relacionado con la Izquierda en México, con el propósito de que los interesados en el tema consulten la diversidad de opiniones, artículos y ensayos que se han venido escribiendo en distintos medios impresos y en el ciberespacio, en el pasado inmediato y en el presente. No tiene otro fin más que el de fomentar una cultura por la investigación, la crítica, el estudio y el debate sobre la IZQUIERDA EN MÉXICO.

27 nov 2009
Martín Esparza o AMLO

30 oct 2009
El movimiento obrero: apartado A o B

27 oct 2009
La Asamblea Nacional de la Resistencia Popular
25 oct 2009
El Estado, las empresas públicas y sus trabajadores
22 oct 2009
La democracia de los privilegios

Lo del SME, en la lógica del neoliberalismo
20 oct 2009
El decreto versus la Constitución

La guerra contra el SME

19 oct 2009
Huevos revueltos

En China los fusilan

Luis González de Alba
19-10-09
Nadie con un mínimo sentido de la justicia social puede estar contra el hecho de que trabajadores de una empresa X tengan salarios, prestaciones y jubilaciones decentes, y aun privilegiadas. Pero es una indecencia que el secretario general del sindicato de X gane, a cargo de los contribuyentes, más que un Presidente de la República y que para sostener esas prestaciones en un país concreto, México, y no Dinamarca, 42 mil trabajadores chupen del gobierno lo mismo que se destina a 25 millones de pobres con el programa Oportunidades o el doble que la venerada Universidad Nacional, con 300 mil alumnos. Eso se llama asalto, robo, despojo. En China comunista los fusilan.
La culpa es de la empresa, por supuesto. Por eso la liquidada es la empresa. Pero, si nos olvidamos de argumentaciones sofistas y nos dejamos de leer la mano entre gitanos, tampoco es posible ignorar que una empresa dirigida por un burócrata con sueldo fijo hace lo que el sindicato le pida si desde arriba le financian las nuevas y decentes prestaciones.
Todo patrón tiene derecho a liquidar una empresa con la que pierde, lo puede hacer cuando lo decida con la única salvedad de indemnizar a sus trabajadores según la ley y los términos del contrato. Y en Luz y Fuerza del Centro el patrón es el gobierno desde que el presidente López Mateos la compró para salvar a patrones particulares que así vieron premiada su incompetencia. El SME, sindicato que alguna vez encabezó movilizaciones democráticas, sostiene que se le hacen pagar errores de la empresa. Sería verdad en una empresa privada, pero el SME tuvo por patrón a un burócrata.
Lo que un sindicato de empresa privada jamás haría, porque sabe que pone en riesgo la existencia de su fuente de trabajo, el sindicato de una paraestatal se lo permite: sabe que la empresa no quebrará porque tiene detrás el presupuesto federal de un país que está entre las primeras doce economías del mundo y al frente a un burócrata que no cuida su bolsillo, sino su chamba y no quiere que le hagan olas.
Los 42 mil millones que tanto se han mencionado como subsidio, no son sino la pérdida de la empresa. A sus gastos corrientes se deben sumar los ingresos por cobro de electricidad que no producía, sólo compraba como cualquier intermediario. ¿Qué ha pasado en México que la izquierda defiende el intermediarismo, ventajas, ineficiencia y prepotencia de pocos?
El SME se ganó veinte años más de vida con su apoyo a Salinas de Gortari. La Quina, que jugó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas en su candidatura del 88, pagó el error con la cabeza.
Nadie puede estar en desacuerdo con que los trabajadores tengan facilidades para hacer deporte. Pero de ahí a tener una duela de bambú de las que cuestan millones a los equipos profesionales de básquet hay el abismo que separa al empresario que cuida su negocio y al burócrata que sólo pide más presupuesto. Es el abismo que hay entre los trabajadores que cuidan su fuente de trabajo, porque saben que demandas excesivas la llevarían a la quiebra, y quienes saben que no habrá quiebra ni jubilándose a los 45 años de edad si entró a los 15, y con 3.3 veces el salario promedio porque detrás no hay un empresario, sino los contribuyentes del país.
Lo sabemos todos: los sindicatos buscan, o deberían hacerlo, los mejores salarios y prestaciones para sus agremiados. Y nada es excesivo ni injusto: todos queremos vivir lo mejor posible. ¿Dónde le para un sindicato en sus demandas? Donde ve, con números, que el dueño de la empresa preferiría cerrar y pagar finiquitos. Ese límite, repito, no lo tiene el sindicato de una paraestatal.
Y sin duda no es el SME el único sindicato que aprovecha su posición estratégica para obtener lo decente y hasta lo indecente. Son todos los que, como los maestros de la SEP, reciben su paga del gobierno. Una crítica muy leída por estos días es que la vara que mide a LyFC debería medir a media docena de burocracias poderosas e intocables, además de ineficientes. Cierto. Pero como dijo Jack el Destripador: vamos por partes.
En la vieja izquierda descalificábamos toda crítica contra Fidel Castro o la URSS señalando que el criticón exhibía su parcialidad al no mencionar, también, las dictaduras de Somoza, Trujillo, y así hasta Calígula. Hoy la nueva izquierda tiene el mismo tic: “A ver, a ver, qué casualidad que el tal Calderón no acaba también con el SNTE, con Deschamps y sus petroleros, con los mineros de Napito… A ver… ¿ah, verdá?”
Publicado en Milenio
Luz y Fuerza. Ejemplo, no excepción

Héctor Aguilar Camín
19-10-09
Quienes reclaman responsabilidades al gobierno en la improductividad suicida de la liquidada compañía Luz y Fuerza del Centro, tienen toda la razón.
Faltan en el cuadro la corrupción y la improductividad venidas de las sucesivas administraciones priistas y panistas de Luz y Fuerza; es decir, venidas del Estado.
Faltan los datos de la improductividad, los privilegios y la corrupción de la alta burocracia que administró LFC, contraparte acabada de su sindicato. Fue más fácil liquidar la empresa que cambiar las conductas cómplices de ambos.
Una complicidad semejante recorre toda la cadena sindical pública de México. Luz y Fuerza no es una excepción, sino un ejemplo extremo de las prácticas de improductividad y connivencia que son vida diaria en la relación laboral de empresas paraestatales y dependencias de gobierno.
Completar el retrato de Luz y Fuerza con las culpas del gobierno permitiría entender mejor una forma histórica de lidiar con los sindicatos y administrar los bienes del Estado. Esa forma resistió intocada la transición democrática y goza hoy, paradójicamente, de mayor autonomía que nunca.
Las cadenas de poder de los sindicatos públicos no sólo no pueden ser tocadas por gobiernos que temen su insubordinación política, sino que han aumentado sus capacidades de negociación aprovechando la mismísima pluralidad democrática.
Su capacidad de resistencia y protesta ha crecido porque han crecido sus posibilidades de encontrar aliados en las fuerzas opositoras al gobierno en funciones.
El sindicato de maestros ha llegado al extremo de crear su propio partido político y ofrecer alianzas electorales a distintos partidos en distintas plazas.
Pocas cosas hacen tan invulnerable al sindicato petrolero como la automática complicidad que encuentra en el PRI y en la izquierda el tabú petrolero.
Los gobiernos panistas optaron por aliarse con los primeros y no tocar a los segundos. Habría que ver las cifras, pero podría apostarse que ambos gremios ganaron en estos años más de lo que sacaron nunca de su subordinación negociada con el Estado posrevolucionario que los inventó.
Pongamos todo junto —maestros, petroleros, electricistas, burócratas federales y estatales, trabajadores de la salud, de las universidades públicas, de los municipios, de los otros poderes— y tenemos unos cinco millones de trabajadores metidos todos, matices más o menos, en la forma histórica de trato laboral que estelarizan Luz y Fuerza y el SME.
Publicado en Milenio
Ideologías sin Luz y sin Fuerza

Diálogo, ¿hoy o mañana?

¿Qué sindicalismo queremos?

Un Estado antisocial

18 oct 2009
¿Izquierda?
![]() |
17 Oct. 09

Los recursos que se destinaban a mantener al SME podrían servir para duplicar el programa Oportunidades y beneficiar a 25 millones de mexicanos en pobreza
A lo largo del siglo XX, la izquierda se asumió como una corriente revolucionaria y progresista. No había dudas ni cuestionamientos. En el campo científico, el marxismo-leninismo desmantelaba la ideología burguesa. La economía de mercado y la democracia formal eran velos que ocultaban la realidad, es decir, la opresión y la explotación de la clase obrera por la burguesía.
La superioridad moral se daba por descontada. Mientras que el liberalismo se definía como la ideología de la clase propietaria, el socialismo representaba los intereses de toda la humanidad. El camino de la revolución terminaría en la fase comunista con la verdadera igualdad, la absoluta libertad (abolición del Estado y el trabajo) y se retribuiría a cada quien según sus necesidades. En suma, el mundo perfecto de la abundancia y la felicidad.
La superioridad del socialismo se fincaba en las leyes de la economía y de la historia. El capitalismo estaba destinado al fracaso. Las crisis económicas recurrentes lo hundirían y crearían las condiciones objetivas para la revolución proletaria. La tarea de los socialistas (comunistas) era guiar a los obreros en la destrucción del Estado burgués para edificar el nuevo orden. La economía de mercado y la democracia serían arrojadas al basurero de la historia.
Pero los sueños de la razón, como advertía Goya, engendran monstruos. La gran utopía de los siglos XIX y XX se materializó en el Gulag. Millones murieron en los campos de trabajo forzado de la URSS. La economía planificada jamás rebasó a la economía de mercado. Amén de que la ciencia y la técnica "capitalistas" superaron siempre los logros socialistas. Pero lo más importante fue la victoria moral: el liberalismo y el Estado democrático preservaron libertades que los socialistas abrogaron para someter al individuo al terror totalitario.
El fin de la historia es conocido por todos. La caída del Muro de Berlín en 1989 cerró el siglo XX. El "socialismo real" fue sepultado. La izquierda occidental fue desprendiéndose de los mitos socialistas paulatina y desigualmente. Al final adoptó dos principios esenciales de la modernidad: la economía de mercado y la democracia formal. No sólo eso. Abandonó la idea de representar a todo el pueblo, para no hablar de la humanidad en su conjunto.
En México ese cambio fue contradictorio. El Partido de la Revolución Democrática nació el mismo año de la caída del Muro de Berlín. Fusionó dos corrientes estatistas: el nacionalismo-revolucionario priista y el socialismo marxista-leninista en todas sus variantes. Ambos desconfiaban -por decirlo suavemente- de la economía de mercado, creían en la lucha de clases y veían con recelo -o condenaban- la democracia formal, sin adjetivos. Todos tenían y tienen fe ciega en el Estado.
A la fecha siguen venerando la revolución Cubana y son muy pocos los que se atreven a criticar a Fidel Castro. Su empatía con Hugo Chávez no es ningún misterio. Pero lo esencial está en el temple autoritario: se asumen como los verdaderos y únicos representantes de los intereses populares, y descalifican a sus adversarios como enemigos de los obreros y campesinos. Además de que adoptan los principios de la economía de mercado de dientes para fuera.
No debe, por lo tanto, sorprender lo que estamos presenciando. La liquidación de la Compañía Luz y Fuerza del Centro despertó sus peores instintos y demonios. Todos están en su naturaleza. Nada es nuevo. Pero en esta ocasión, más que en ninguna otra, el rey va desnudo y no se ha dado cuenta. Marx decía que la historia se repite: la primera vez ocurre como tragedia y la segunda como farsa. Y eso es justamente lo que está sucediendo con la izquierda.
Los hechos y las cifras no mienten. El Sindicato Mexicano de Electricistas goza de una serie de privilegios que no sueña el resto los obreros. La jubilación se alcanza a los 30 años de trabajo, obtienen permisos con goce de sueldo hasta por 10 meses en un año, se embolsan viáticos -transporte, alimentación, hospedaje, etcétera- aun cuando el traslado sea en la misma ciudad y reciben 350 kilowatts/hora al mes -que equivalieron en 2008 a 540 millones de pesos.
Lo más grave, sin embargo, es el costo que Luz y Fuerza del Centro representa para las finanzas públicas. Entre 2003 y 2008 las transferencias se han duplicado pasando de 21 mil 43 millones de pesos a 42 mil 316 millones de pesos. La liquidación de la empresa se impone por un simple cálculo racional. Esos recursos que sirven para mantener el trabajo de más de 43 mil empleados podrían ser utilizados para duplicar el programa de Oportunidades y beneficiar a 25 millones de mexicanos en pobreza.
Y todo esto sin mencionar que Martín Esparza es famoso y ejemplar como líder charro. Porque la corrupción del comité central del sindicato es un secreto a voces. Además que en la pasada elección interna para renovarlo se cometió una serie de irregularidades. Por eso la defensa del SME es la defensa de la corrupción y de privilegios inaceptables.
No es la primera vez que la izquierda opta por lo peor. Lo hizo en 1989 cuando se detuvo a La Quina, líder moral del sindicato de Pemex. Hoy se repite la historia, pero en forma más grotesca. Imposible, por desgracia, descartar que el SME y la izquierda hagan recular al gobierno. Si eso sucede, Calderón habrá perdido la batalla decisiva. Lo sabremos en los próximos días.
Pero ocurra lo que ocurra, ya quedó claro que la izquierda mexicana no tiene ni tendrá jamás remedio. Su defensa de los privilegiados va contra los más pobres y contra todos los ciudadanos. Su crisis moral y política es total.
La Luz y la Fuerza
![]() |
17 Oct. 09

La decisión de liquidar Luz y Fuerza del Centro, tomada por Felipe Calderón, demuestra que a pesar de la alternancia en el Ejecutivo, el régimen político permanece intacto.
El sistema político sigue exigiendo a las dirigencias sindicales control de sus agremiados, sometimiento al poder del Presidente y apoyo irrestricto en sus políticas, además, claro está, de respaldo electoral. El apoyo de tales "sectores" fue necesario, pues legitimaba un sistema de partido de Estado que no respetaba las elecciones.
Era de suponer que, una vez consolidada la transición democrática, se prescindiera de esos métodos de control y legitimación, pues la legitimidad se ganaría con los votos y por la actuación democrática de los gobiernos. Evidentemente esto no sucedió.
El sindicato de trabajadores de Pemex es un ejemplo claro de ello. Se ha demostrado en diferentes ocasiones la corrupción de sus líderes, como en el Pemexgate, cuando se desviaron cientos de millones de pesos. El apoyo del SNTE a la campaña de Calderón es bien conocido y todos los días sufrimos las consecuencias de ese contubernio.
Esos casos y en los miles de contratos de protección reconocidos por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social podemos constatar que, efectivamente, el poder requiere el control y apoyo de los sindicatos.
Es por ello que un sindicato como el SME resulta incómodo, pues no cumplió esas reglas no escritas y por ello hay que liquidarlo aplicando todo el poder del Estado.
El gobierno argumenta que los trabajadores son los responsables de lo mal administrada que está esa empresa. El que muchas instituciones públicas no paguen su cuenta de luz, que grandes empresas hagan millonarios robos de energía, que Luz y Fuerza ya no produjera electricidad y que se le haya ahogado presupuestalmente en los últimos años no es de forma alguna responsabilidad de los trabajadores. Los trabajadores no fijaron las tarifas a las que Luz y Fuerza compraba la energía en bloque a CFE, ni el precio al que se vende a los usuarios.
Sin duda hay problemas de servicio como en la mayoría de las empresas, pero eso debería resolverse por la administración. Pero paradójicamente, en los últimos años, era el SME el que presentaba en la Cámara de Diputados las necesidades presupuestales para emprender los proyectos de modernización y mejora del servicio, nunca los administradores de Luz y Fuerza.
Otro argumento que cae por sí mismo es el de las prestaciones y el contrato colectivo. El efecto mediático amarillista con que se quiere revestir este asunto es lamentable. Los contratos colectivos de trabajo se acuerdan y son firmados por el patrón y la representación sindical, así que estas autoridades no pueden llamarse a sorpresa, y en todo caso deberían ser corresponsables en el tema. En algunas negociaciones contractuales la negociación llegaba al acuerdo de que el aumento salarial se pagaría en especie y esto no puede ser presentado ahora como un abuso de los trabajadores. Algo parecido pasaba en algunas instituciones nacionales, en las que, ante la falta de recursos, se pactó una reducción del número de horas laborables y en algunos casos se pasó de ocho a cinco horas, permitiendo que esos trabajadores encontraran otro trabajo para "completar" su ingreso.
Pero la más soterrada razón para liquidar Luz y Fuerza se hará pública tarde o temprano. Se trata de la red de fibra óptica en el tendido eléctrico, controlada en casi todas las entidades por la CFE y en el centro del país por Luz y Fuerza. El potencial económico de ese tendido de comunicaciones, en el centro del país, es monumental y la ambición, incontenible. La posibilidad de proveer servicios de "triple play" con esa infraestructura tiene muy ansiosos a grandes y privilegiados inversionistas, que, para variar, tienen vínculos con el gobierno.
El autonombrado "presidente del empleo" y de las manos limpias transgredió gravemente el Estado de derecho y generó más desempleados que nadie en un solo acto. Por un lado invade la esfera del Legislativo al decretar la desaparición de una entidad que el Congreso le ordenó crear. Luego actúa en la ilegalidad al tomar instalaciones sin que esté fundada y motivada su actuación, dejando en la calle a más de 44 mil trabajadores.
El control de las comunicaciones y la energía deben ser del Estado. Vamos a ver muy pronto el intento de este gobierno de entregar al capital privado esa infraestructura estratégica de la nación. Parece obvio que el gobierno no ha tomado en cuenta la defensa que los mexicanos pueden hacer de lo suyo.
En este conflicto se deben salvaguardar tres asuntos centrales: la energía y las comunicaciones como factor estratégico del desarrollo en México; la legalidad con que debe actuar siempre un gobierno republicano, y el empleo de miles de mexicanos en la peor crisis económica de la historia.
Históricamente la izquierda ha llamado a cumplir la ley y a combatir la ilegalidad del "régimen despótico y autoritario de partido de Estado". Hoy continuamos con esa demanda contra un régimen que a todas luces no ha cambiado.
Marcha y diálogo; nueva farsa
