20 jul 2008

La disputa socialdemócrata
Andrés Lajous
06-03-08

Durante el siglo XX nuestro país no contó con una tradición socialdemócrata abocada a la actividad política. Por esta misma razón, desde mediados de los años 90, quienes desde distintas trincheras han pretendido renovar alguna propuesta política a la izquierda del centro ven la oportunidad de declararse socialdemócratas. Al empezar este nuevo siglo hay por lo menos dos intentos serios que desde hace unos años se pueden dilucidar con claridad.

El primero es el intento de recuperar la legitimidad del PRI y del priísmo, intercambiando el nacionalismo revolucionario de antaño por una identidad socialdemócrata importada desde los gobiernos de la tercera vía europea: la socialdemocracia por decreto. La expresión más articulada del intento priísta ha sido sistematizada por el académico José Fernández Santillán. Su argumento, basado en el de Norberto Bobbio, parte del supuesto de que la socialdemocracia —más que una tradición política— es una tradición ideológica. Comienza con los filósofos políticos europeos del siglo XIX, y sus distinciones entre el liberalismo, la democracia y el socialismo. Su explicación continúa a principios del siglo XX cuando se difunde el pensamiento de Eduard Bernstein en el socialismo evolutivo.

A partir de ahí, de manera verdaderamente acrobática concluye que el balance entre justicia y libertad, expresado por Bernstein y más adelante por Bobbio, en México está representado por un sector del PRI cercano a Beatriz Paredes, por un sector del PRD cercano a Jesús Ortega, y por Convergencia producido por la escisión priísta de Dante Delgado. Esta coalición transversal, entre viejos aliados del Estado priísta, que Fernández Santillán llama socialdemócrata, suele usar como eufemismo a su decreto ideológico el concepto “progresista”.

El otro intento ha sido uno encabezado por viejos militantes de izquierda, mujeres y jóvenes excluidos del sistema de partidos. Este impulso socialdemócrata se refleja en la candidatura a la Presidencia de Gilberto Rincón Gallardo con Democracia Social, en la campaña electoral de México Posible en 2003; en la candidatura a la Presidencia de Patricia Mercado y la consolidación de Alternativa Socialdemócrata.

No hay duda, para esta nueva tradición política en México las características sobresalientes de su identidad surgen de las campañas políticas: la socialdemocracia en acción. No son postulados ideológicos contenidos en un solo libro los que le dan cohesión como corriente, sino el contenido generado por la acción política. Es en la práctica política cotidiana, en la suma de voluntades, y en elaboración de estrategias y tácticas que esta corriente poco a poco ha ganado su espacio ante el electorado mexicano. En este sentido, se parece más a la vieja tradición socialdemócrata europea, pues se puede entender mejor como un fenómeno histórico que como un cuerpo de ideas. Como una forma de organización para quienes están fuera del sistema (en el caso de la Europa de finales del siglo XIX los obreros, y en el caso del México de finales del siglo XX las mujeres, jóvenes, indígenas y homosexuales) y participan políticamente para cambiar los términos de inclusión y de toma de decisión. Es decir, una organización que pretende darle poder a los sin poder.

Es así como la disputa socialdemócrata se vive dentro de Alternativa. Por un lado hay quienes quieren ideologizar el debate, declarándose parte de las “fuerzas progresistas” al aliarse con el PRI y cancelar la independencia de una nueva propuesta de izquierda. Así pretenden sobreseer la vocación de origen de Alternativa, que consiste en cambiar la definición de lo político. Por el otro lado, estamos quienes no podemos resignarnos a que la acción política se limite a incluir a las élites y a excluir a los demás. Quienes no podemos contribuir a que los restos del viejo régimen revivan como socialdemocracia por decreto. La acción política de Alternativa quedará definida tras la renovación de su dirigencia a finales de este mes.

Si el partido se da la oportunidad de debatir de manera pública y transparente su futuro, no habrá manera de justificar el apoyo a la restauración del viejo régimen. Se pondrá en evidencia que la mejor ruta para construir una alternativa auténtica está en depositar nuestra esperanza en la imaginación de ciudadanos y de nuevos militantes socialdemócratas que transformen la actividad política al practicarla.

Publicado en El Universal

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