Las derrotas de la izquierda
Jorge Javier Romero
2 de abril de 2008
Este es un tiempo ominoso, vitando, para la izquierda mexicana. Varias de sus expresiones, empezando por la más importante en el sistema político mexicano, han mostrado sus rasgos más repelentes y sus tremendas carencias. Con ello se han autoinfligido tremendas derrotas.
El PRD ha hecho evidente su incapacidad para la democracia. Si en 2006 clamó fraude y logró convencer de ello a buena parte de la sociedad, al tiempo que movió a la indignación a sus electores que se sintieron robados, hoy enseña su escasa solvencia ética para reclamar afrentas imaginarias.
Los diversos grupos del PRD, herederos de la política de masas, desconfían de su capacidad de convencer a la ciudadanía y quieren sostener su fuerza a partir del control de clientelas dependientes, atadas por la necesidad de protección frente a un ambiente social que las mantiene en la miseria y la marginación. Con ello el PRD deja en evidencia el oficio auténtico de muchos de sus cuadros: operadores políticos, eufemismo con el que se refieren a los intermediarios que sirven de negociadores de la desobediencia y protectores frente al desamparo jurídico de masas de pobres, a las que sirven de gestores y de traductores del orden administrativo —coyotes, pues— ante su ignorancia y la incertidumbre en que el arreglo político mexicano las ha mantenido.
El acarreo, la compra de votos, el control de bases, padrones inflados y fraude puro y duro, con relleno de urnas, falsificación de actas y resultados de casillas no instaladas son todos prácticas pertenecientes a un repertorio estratégico tradicional de la política mexicana, existentes muchas de ellas antes de la aparición del PRI. Pertenecen al entramado de reglas sociales sobre las que se construyó la estabilidad del viejo régimen y subsisten más allá de la existencia del sistema de incentivos del final del monopolio político que las articuló.
Pero se supone que la izquierda tiene sentido cuando hace una crítica material a las prácticas sociales de dominación; si no cumple con esa tarea, pierde su sentido liberador. Un partido de izquierda que maneja las clientelas sociales a la manera del viejo PRI no es más que un mecanismo de control social igualmente opresor.
En otro lado, menos visible, del espectro político, la izquierda vivió otra derrota. Ahí la expresión de la falta de compromiso con la democracia no se dio sólo a través del predominio del control de clientelas por encima del debate y la convicción de ciudadanos libres. En Alternativa el debate posible se acalló con un golpe de fuerza, con la subversión completa del arreglo estatutario; eso sí, con el mantenimiento formal, aparente, de las normas. También es ésta una de las formas políticas tradicionales de México, una más de las que componen el repertorio estratégico de los políticos mexicanos desde el siglo XIX. Juárez, Porfirio
Díaz y Obregón fueron los maestros de ese arte, que tuvo representantes sanguinarios, como Huerta.
Se trata de aplastar las instituciones al tiempo que se simula que se les respeta, incluso se les idolatra. El objetivo es la concentración personal de poder para beneficiar a una camarilla de validos, con la argucia de que no existen condiciones para la democracia. En Alternativa la usurpación montó su farsa en asamblea. Dijo un articulista que había sido un espectáculo estalinista. No hay que ir tan lejos. Se trató más bien de un montaje al estilo de Venus Rey ¾antiguo líder del sindicato de músicos de la época de oro del régimen del PRI¾ o de Sarita Ornelas, inolvidable lideresa de los vendedores de billetes de la Lotería Nacional en aquellos mismos añorados tiempos. La unanimidad en torno al líder; la exclusión de los adversarios. Nada de debate ni divergencias. La deliberación democrática debilita y la representación plural reduce el botín.
El jueves pasado, en entrevista radiofónica con Joaquín López-Dóriga, Alberto Begné afirmaba con contundencia que eran suposiciones sin fundamento de Patricia Mercado las afirmaciones sobre su pretensión de cambiar el nombre y los estatutos del partido. Sólo habían pasado tres días cuando su asamblea de leales estaba cambiando el nombre y los estatutos del partido. Eso sí, en el ínter lanzaba acusaciones de mentiroso pagadas con recursos públicos contra Miguel Ángel Granados Chapa porque en un artículo lo había exhibido con base en una recopilación de testimonios públicos.
¿Pueden convencer a ciudadanos libres de que voten por ellos políticos que dan tan pobre espectáculo? Esta pregunta tiene sentido desde una perspectiva de pragmatismo democrático. Desde una visión más de ética política, la pregunta tendría que ser otra: ¿cuál es el objetivo político que se persigue? Si de lo que se trata es sólo de apropiarse de un trozo del pastel de los recursos públicos, entonces el llamarse de izquierda es sólo una impostura que carece de cualquier significado liberador. La izquierda tiene sentido sólo como proyecto de transformación para aumentar la igualdad, la dignidad y la libertad de las personas. Si no es así, llamarse de izquierda es sólo una mera etiqueta.
Otra derrota: el SITUAM metió a los trabajadores en una ruta sin salida. Los llevó a una huelga perdida de antemano. Estoy seguro de que muchos de los más radicales activistas sindicales no tienen en sus prioridades los intereses de los trabajadores, sino la fantasía de que pueden influir en la política contra el gobierno de la derecha, encabezado por Calderón. Aislados y casi olvidados en los medios, los huelguistas de la UAM no sólo se cargaron el trimestre académico, sino que han dejado sin salario durante dos meses a los trabajadores académicos y administrativos a quienes dicen representar. No van a ganar nada nuevo respecto a lo que les ofrecieron desde el principio; tal vez un bono de 2500 pesos; eso sí, después de haber perdido el 50% de los salarios de estos dos meses, mucho más significativos. Un desastre que muestra la obsolescencia del modelo de organización sindical con control monopolista de los contratos colectivos de trabajo. Otro mal impacto de la izquierda en la percepción social. Así, ¿cuándo se podrá construir hegemonía cultural?
Publicado en Crónica
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