19 jul 2008

Propuestas para la izquierda

Propuestas para la izquierda

Héctor Castillo Juárez

Marzo de 2005

Una de las críticas más recurrentes que se le hace a la clase política mexicana en general, pero particularmente a la que se ubica en la izquierda, es la ausencia de propuestas concretas de cambio que permitan de manera simultánea contribuir a disminuir la injusticia social y alentar el desarrollo económico. En este breve documento, me permitiré (previo lacónico análisis) sugerir algunas propuestas que podrían contribuir en ese sentido. La polarización que vive el país ante el lamentable espectáculo que impulsan por un lado el ejecutivo federal y por otro el jefe de gobierno del Distrito Federal, tiene que ver con dos visiones encontradas de lo que debe, desde su perspectiva ideológica y política, ser el proyecto de Nación que debe construirse.

Por una parte, el autodenominado gobierno del cambio impulsa un proyecto de los empresarios y para los empresarios que soslaya, o minimiza la necesidad de restaurar los desequilibrios que provoca una política igual entre desiguales que termina siempre por favorecer a los que más tienen en menoscabo de los grupos más abandonados. Por el otro lado, la izquierda institucional más fuerte impulsa un proyecto que es casi calca de aquellos a los que en los setentas y ochentas enfrentó la izquierda misma con energía. Lo hace quizás por la permutación de los grupos del PRI que se adueñaron de los principales espacios políticos en el nuevo partido que surgió a raíz del fraude del 88. De hecho, estos grupos no sólo conquistaron la dirección del partido que emergió como PRD, sino que conquistaron también las mentes de muchos de los hombres y mujeres que habían surgido de décadas de lucha de las izquierdas marginadas. Con la llegada de estos priístas a la izquierda oficial, hay que reconocerlo, inició por un lado este proceso sutil de conquista y por otro (y quizás por ello mismo) la expulsión paulatina de muchos intelectuales que alimentaron, en otra época, con sus propuestas al partido antecesor, el PMS.

Es evidente que para la mayoría de los más marginados de nuestro país, la idea de un gobierno que, como mecanismo redistribuidor de la riqueza y para paliar la injusticia social, utiliza y reparte recursos públicos parece una compensación no sólo aceptable, deseada sino, desde su perspectiva, incluso necesaria. El argumento es simple, nos dicen muchos de los cuadros neo-populistas promotores de formas casi mesiánicas de hacer política: si los gobiernos del PRI y ahora el actual del PAN han favorecido con políticas, recursos, prebendas y un montón de etcéteras a los grandes empresarios y a los dueños del gran capital, ¿qué hay de malo en repartir dinero entre ancianos, madres solteras y otros grupos de marginados en general?

Es indudable que un programa de gobierno con una visión de izquierda debería incluir, entre otras cosas, becas escolares para grupos marginados, por ejemplo más becas para niñas que para niños ya que la deserción escolar de las niñas en los sectores más pobres es mayor que la de los niños. Los gobiernos socialdemócratas de Europa, por ejemplo, garantizan acceso a la educación en todos los niveles, un retiro digno para los ancianos llegado el momento, así como guarderías para las madres solteras. Pero los recursos los canalizan a programas con un carácter institucional y no como una dádiva o limosna que no sólo no ayuda a resolver el problema que se supone intenta aliviar, sino que suele reproducirlo y al final promueve la tácita compra de votos y de respaldos políticos. Esto es, termina por alentar la corrupción construyendo clientelas para fines de preservación política de mafias como las que se han ido adueñando, cada vez más, del PRD. Ahí están, como testimonio de ello, los grupos de René Bejarano y su esposa en la delegación Cuauhtémoc y en gran parte del D.F., y los grupos que

respaldan a Miguel Bortollini y que han convertido en un verdadero mercado de ambulantes las plazas y parques de Coyoacán, por citar dos ejemplos tan lamentables como tangibles.

La pregunta es entonces ¿qué puede hacerse desde la izquierda sin recurrir al populismo mediatizador y fomentador de políticas corporativas y clientelares que ha hecho suyas el nuevo PRI vestido de amarillo? O quizás habría que preguntar a los intelectuales que aún no han dejado las filas del PRD si están convencidos de que las propuestas neo-populistas que encabeza Andrés Manuel López Obrador son lo mejor que puede hacerse para este país o si desde su perspectiva es lo menos malo que están dispuestos a soportar porque el regreso del viejo PRI con Roberto Madrazo a la cabeza o la continuación con Santiago Creel de un gobierno sin perspectiva social son mucho peores. Tal vez habría que preguntarles y preguntarnos todos si aún es posible construir una nueva y diferente alternativa de izquierda, moderna y propositiva.

Por todo lo anterior, la primera propuesta para la izquierda que quiero plantear es la creación de esa nueva izquierda, de esa nueva alternativa. Para desde ese espacio diseñar, construir e impulsar políticas públicas que reduzcan las grandes diferencias sociales que genera el injusto reparto de riqueza, pero que sea capaz, sobre todo, de generar riqueza, empleo y seguridad social. La propuesta es a la vez escueta y descomunal: un nuevo partido político de izquierda moderno.

Una segunda propuesta muy concreta y terrenal es aprovechar la infraestructura física y humana que poseen las universidades públicas y privadas del país, así como su poder de convocatoria. La idea es fomentar su participación, para que junto con las organizaciones sociales, organismos empresariales, grupos de pequeños y medianos productores y organismos no gubernamentales elaboren y desarrollen proyectos productivos de carácter regional, particularmente en el medio rural. Estos proyectos fomentarían el desarrollo regional, reducirían la migración de nuestra fuerza laboral hacia las grandes urbes y hacia los Estados

Unidos, y contribuirían a reducir la presión social y con ello la inseguridad en las grandes ciudades del país. Opino que por ello sería más fácil conseguir financiamiento a nivel nacional e internacional para instrumentar y arrancar proyectos de esa naturaleza, como ha sugerido también la FAO, la organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas.

La participación de los diversos actores mencionados garantizaría que los recursos destinados a estos proyectos tuvieran un mejor uso, reduciendo con esto las posibilidades de corrupción. Políticas como estas terminarían con la compra del voto rural porque los subsidios y apoyos financieros a los campesinos pobres del país no les llegarían de manera individual como una limosna con tácito compromiso político, sino que llegarían para respaldar a un proyecto productivo donde el campesino participaría directamente (y con garantías). Se trataría de proyectos donde un grupo de especialistas le ayudarían al campesino pobre a producir, transformar (agregar valor) y comercializar sus productos, creando pequeñas y medianas empresas.

En proyectos de esta naturaleza podrían participar estudiantes de servicio social de las universidades que contribuirían al desarrollo de estas nuevas empresas además de fortalecer vínculos entre las instituciones de educación superior y los sectores productivos, lo que permitiría formar mejores profesionales en nuestras universidades.

Una tercera propuesta surge de la preocupación relativa al analfabetismo funcional del gobierno federal en materia científica y tecnológica. El desprecio por la educación, la ciencia y la tecnología no es, hay que decirlo, una característica taxativa del gobierno federal panista. La heredamos del PRI, pero poco, o casi nada, han hecho también los gobiernos estatales donde gobierna o ha gobernado el PRD. Lamentablemente, este mal de muchos tiene a México con políticas públicas para impulsar la inversión en ciencia y tecnología muy incipientes y hasta absurdas, ya que llegan a apoyar a empresas trasnacionales por el sólo hecho de realizar investigación en México (según declaraciones a Reforma de Jaime Parada,

director de Conacyt), pero no impulsan a las pequeñas y medianas empresas mexicanas que intentan hacerlo porque sus propuestas son menos acabadas y porque el techo financiero autorizado por la Secretaría de Hacienda para este rubro es pequeño (tres mil millones de pesos que hay que repartir entre todas las empresas que existen en México).

Hay que resaltar, que en la mayoría de los países que tienen un desarrollo científico y tecnológico importante la mitad o más de la inversión en este sector proviene de la iniciativa privada y el resto del gobierno. Para que ello pueda ocurrir en México se necesita una política de Estado que lo fomente. Tarde o temprano, cuando se apuesta a invertir en educación en general, y en ciencia y tecnología en particular, los frutos se traducen en desarrollo económico. Ahí está el caso de Corea que hace 50 años era nuestro par económico y ahora nos lleva una ventaja importante. Por haber entendido esto es que Brasil invierte más que cualquier otro país latinoamericano en ciencia y tecnología.

La propuesta concreta en materia de ciencia y tecnología es que los partidos de izquierda hagan suya la propuesta que la Academia Mexicana de Ciencias llevará muy pronto a los partidos políticos con miras al proceso electoral del 2006. Esta propuesta está siendo construida con la opinión de miles de miembros de la comunidad científica pero también con la opinión de diversos sectores sociales preocupados por nuestro retraso en ese rubro. Pero quiero ir más allá, propongo que los partidos se acerquen a la comunidad científica e impulsen hacia el Congreso a algún científico en activo, destacado, que pueda encabezar, desde ese espacio del Poder Legislativo, las propuestas para este sector que nos permitan construir un México acorde a este nuevo milenio. Imagine lector a Julieta Fierro, a Bolívar Zapata, a José Sarukhán o a Octavio Paredes como diputados presidiendo la Comisión de Ciencia y Tecnología en el Congreso Federal. El país, estoy convencido, nos lo agradecería.


Publicado en trasquila, marzo de 2005

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