13 ago 2008

Esquizofrenia y responsabilidades políticas

Esquizofrenia y responsabilidades políticas
Jorge Fernández Menéndez
13-Ago-2008

La esquizofrenia perredista comienza a sumar costos cada vez mayores a ese partido y, en la misma medida en que se acercan los comicios de 2009 y se comprueba que sus oportunidades electorales quedan muy por debajo de 20%, diversos sectores del perredismo están buscando cómo poner distancia con la estrategia lopezobradorista, aunque no se atreven a exponerlo en público y ello, paradójicamente, les puede aumentar aún más los costos, porque los duros del ex candidato presidencial no les perdonan su “debilidad”, mientras la ciudadanía e incluso los otros partidos simplemente no saben si creerles y si son capaces de cumplir los compromisos que asumen.

El lunes fue un buen ejemplo de ello: mientras que con un optimismo que rebasa cualquier dato duro, Manuel Camacho se felicitaba a sí mismo por el éxito de la llamada consulta petrolera (un nuevo fracaso político, en estados en los cuales se supone que el PRD tiene presencia), anunciaba que el 25 de agosto el Frente Amplio, incluido el PRD, presentará su propuesta de reforma energética para que sea discutida en el Congreso.

Sea buena o mala la iniciativa del perredismo, no deja de ser positivo que se presente una propuesta a discusión. En cualquier lógica parlamentaria, al presentar su propuesta, el PRD está aceptando el debate y asumiendo que su iniciativa, lo mismo que las otras, puede ser aprobada o no, pueden ser incorporados o no parcial o totalmente algunas de sus propuestas a la iniciativa que finalmente salga de comisiones y que deberá ser aprobada por el Senado y luego ratificada por los diputados. En última instancia, de eso se trata la política legislativa. Como para ratificar esa posición, desde días atrás, el líder provisional del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, se había reunido con Beatriz Paredes y Germán Martínez, presidentes del PRI y del PAN respectivamente, y habían anunciado, los tres, que sacarían adelante una propuesta conjunta.

Pero, al mismo tiempo, otros legisladores, de las corrientes lopezobradoristas, están anunciando que preparan la toma de tribunas si se aprueban reformas “en contra del pueblo de México”. Por supuesto, aunque sean una estrecha minoría, ellos se consideran a sí mismos, como sucede con su jefe político, los únicos depositarios de la verdad y de las verdaderas aspiraciones de toda la sociedad mexicana, aunque representen muy poco y, salvo alguna excepción, jamás se les haya visto realizando algún trabajo legislativo significativo. Algunos dirán que es el reflejo de las diferencias internas en el PRD, otros, que se trata de una estratagema para presionar en la negociación en el Congreso (en otras palabras: si el PRI y el PAN no le dan lo que quieren a las palomas perredistas, los halcones tomarán otra vez las tribunas e impedirán el trabajo legislativo), pero lo cierto es que ello les quita seriedad y acrecienta la desconfianza: porque no es la primera vez que se acuerda, luego de largas negociaciones, algo con un sector del perredismo o del FAP, mientras que otro grupo lo desconoce y los primeros no son capaces de rechazar públicamente a los segundos. Sin ir más lejos, eso ocurrió en abril pasado, cuando se reventó el debate petrolero, al tomar las tribunas mientras Carlos Navarrete estaba negociando en comisiones la misma.

Eso le costó mucho al PRD en todos los terrenos, en el político, el electoral y el legislativo. Pero lo que sucede es que el lopezobradorismo, como ocurrió con la elección interna, con repercusiones que aún están muy lejos de concluir, no está interesado en que el PRD sobreviva y crezca si no es bajo la dirección unipersonal del ex candidato. Esa opción, la de que no sean sus incondicionales quienes dirijan al partido, sencillamente no es negociable para López Obrador y en los hechos lo que está preparando es otra opción a partir del FAP y de sus aliados más cercanos, con el fin de desprenderse del PRD en cuanto las autoridades electorales terminen de aceptar, directa o indirectamente, el triunfo de Nueva Izquierda en las elecciones internas (lo que prácticamente ya ha ocurrido) y, sobre todo, cuando una fracción del grupo parlamentario participe y, en su caso, apruebe reformas petroleras con el PRI y el PAN. Para Nueva Izquierda es difícil, porque si participa, gana ante el electorado, pero perderá (y eso va a suceder más temprano o más tarde) parte del partido que nominalmente hoy dirige y, si se queda en una posición intermedia, pierde aún más, porque sus potenciales aliados sabrán que no pueden confiar en ellos y sus adversarios internos van a seguir tratando de destruirlos. El lopezobradorismo no tiene nada que perder, porque sus cartas no están en el terreno legislativo y, en muchos casos, ni siquiera en el electoral.

La incógnita es qué hará Marcelo Ebrard. Si alguien ha podido comprobar los costos de la locura política del no reconocimiento al gobierno federal ha sido el del DF, el único, por cierto, que ha transitado por ese camino. Operativa y políticamente, es un error que, cada día, con cada problema, se torna más difícil y complejo de resolver e incluso de explicar, para Ebrard. Los casos News Divine y Fernando Martí lo han exhibido y han demostrado su profunda debilidad a partir, precisamente, de esa decisión de no asumir la corresponsabilidad en los asuntos del Estado con el gobierno federal e incluso con las otras entidades. Es verdad que hay contactos y en algunos casos colaboración con las autoridades de la Federación, pero, visto desde la ciudadanía, esa ausencia de reconocimiento se refleja como necedad y lo hace responsable, sin intermediarios institucionales, de todos los conflictos que se le presentan. Ebrard, ya lo hemos dicho, no puede seguir manteniendo una línea que sólo él cree intermedia: sin asumir responsabilidades y definiciones quedará en medio, pero va a terminar abatido por fuerzas mayores que las propias.

Publicado en Excélsior

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