La propuesta de Levy
Hector Aguilar Camín
28-09-09
Todas las reformas que México necesita hacer para salir fortalecido de la crisis son caras, social o políticamente. Tienen costos inmediatos y beneficios diferidos; grandes adversarios y pocos aliados.
Me refiero a las reformas de la educación, las comunicaciones, la energía, las finanzas públicas, la seguridad y la liberalización económica.
Sólo puede romperse el empate si las reformas ofrecen un bien inmediato a la sociedad a cambio de los intereses que lesionan.
No he leído una propuesta mejor en ese sentido que la hecha por Santiago Levy, subdirector del Bid y ex director del Seguro Social, en su libro sobre la seguridad social mexicana: Buenas intenciones, pobres resultados (Brookings Institution Press, 2008). Levy resumió su propuesta en la revista Nexos del mes de febrero pasado (Puede consultarse en nexos.com.mx).
Levy propone extender a todos los mexicanos, por el hecho de serlo, los beneficios de una seguridad social universal: seguro médico, seguro contra accidentes de trabajo, seguro de vida y seguro de pensiones.
El costo neto de la propuesta sería de entre 2 y tres puntos del PIB, entre 20 y 30 mil millones de dólares.
Su financiamiento no podría venir sino del establecimiento de una tasa del 15 por ciento del IVA en todos los bienes y servicios, con una diferencia fundamental respecto de todos los otros proyectos de cobrar IVA: los ingresos obtenidos quedarían etiquetados para su gasto exclusivo e inmediato en la extensión de la seguridad a todos los mexicanos.
El efecto regresivo del IVA en alimentos y medicinas, sería compensado con la devolución, a todos los contribuyentes, de una misma cantidad en efectivo cuyo, efecto final, en palabras de Levy, es que “a los ricos, que consumen más, les quitamos diez pesos y les devolvemos 50 centavos. A los pobres que consumen menos, les quitamos 25 centavos y les devolvemos 50”.
El vuelco recaudatorio y de protección social así obtenido, permitiría reducir los impuestos indirectos a las empresas y a los trabajadores, dejando a ambos mayores ganancias y creando incentivos para salir a la informalidad.
Una reforma de ese calado establecería un piso inicial de beneficios directos para la gente y, con ello, un vínculo de confianza entre los reformadores y los reformados: la certeza de que se comparten desde el arranque el sacrificio y el beneficio de las reformas que necesita la modernización de México.
Publicado en Milenio
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