Luis González de Alba
12-10-09
Ahora resulta que Porfirio Muñoz Ledo fue un gran tribuno, pero está en decadencia y decrepitud, dicen. No sé cuándo haya sido lo primero. Guillermo Sheridan localizó su pieza oratoria más brillante, declamada hace cuarenta años, y la publicó íntegra en su blog (maravillas de la Internet y de guglear). Podría titularse: “Loor y gloria eterna al salvador de la Patria, Licenciado Don Gustavo Díaz Ordaz, tañido a la cítara en al altar de la Revolución por este humildísimo Demóstenes de Anáhuac coronado de olivo”.
Bien, es 1969, las cárceles están llenas, el gobierno ha creado una versión según la cual los dirigentes del movimiento estudiantil de 1968, viendo que languidecía, acribillamos el mitin que celebrábamos en Tlatelolco el 2 de octubre. No hay otra. El primer libro con nuestra versión no aparecería sino hasta enero del 71: Los días y los años, que en esos finales de 1969 yo leía por secciones a Raúl Álvarez y Gilberto Guevara. Al mismo tiempo, el tribuno de la República se inspiraba en quien llama “ciudadano Gustavo Díaz Ordaz”. Muñoz Ledo acertó: llegaría a presidente del PRI, representante ante la ONU por el gobierno de López Portillo (tan añorado por el López de hoy que hace coincidir su fin, en 1982, con el fin de todo lo bueno en México). Cuando el PRI le dejó de dar fundaría el PRD con Cárdenas; luego, contra Cárdenas, sería candidato presidencial por el PARM… que traicionó para saltar a lo seguro con el PAN y Fox; embajador del gobierno panista ante la Unión Europea, retro-priista con López Obrador, presidente de una cosa llamada FAP, y ahora en el PT (el partido denunciado como creación de Salinas contra la izquierda)… Saltos de hueso en hueso.
El tribuno elevó, en aquel sórdido 1969, su magistral endecha. “Escucharon el discurso, además del presidente Díaz Ordaz, la clase política, los representantes de los tres poderes, la familia del general Plutarco Elías Calles, cuyos restos —los del general— habían sido trasladados esa misma mañana al monumento y, al parecer, el pueblo”, dice Sheridan. Transcribo los párrafos más valientes con los que Muñoz Ledo incluye en su listado de héroes revolucionarios al último de éstos: don Gustavo Díaz Ordaz, por supuesto. Dijo el hoy profeta apocalíptico cuando estaba en toda la plenitud de sus 36 años:
“Hemos vivido una de las coyunturas más cargadas de sentido dentro de nuestra historia contemporánea: momento que separaba y que ha vinculado finalmente tres decenios de desarrollo con los tres que le faltan a la revolución para cumplir su obra durante este siglo.
“Al cabo de un prolongado periodo de crecimiento fuerzas e intereses ajenos a la voluntad del pueblo pretendieron divorciarlo de las instituciones de la República y los más antiguos trasfondos reaccionarios vinieron a condensarse en la idea de que el deber más imperioso para los mexicanos es disminuir la autoridad del Estado e inventar un nuevo régimen constitucional. […]
“Hoy en pocos países como el nuestro los jóvenes encuentran mejores posibilidades de identificación y de servicio dentro de la sociedad civil [¡es 1969!]. En muy pocos podría escucharse verazmente la promesa que formuló aquí, hace casi dos lustros, el actual jefe de nuestra nación [el presidente Díaz Ordaz] cuando afirmó que a sus contemporáneos correspondía ser el macizo puente por el que habrían de pasar las nuevas generaciones para hacerse cargo de sus responsabilidades con la patria.”
Lo que sí debe preocupar es que el profeta se encargue, con sus secuaces, sobre todo las aliadas de las FARC colombianas, de hacer realidad lo profetizado. El cantor de las glorias de Díaz Ordaz tienen a todo el lumpenaje de Bejarano, Batres, Padierna, Noroña et al. para montar una intentona. Y, sin duda, tiene las millonadas “bolivarianas” de Hugo Chávez: actor ansioso.
Tiene el bufón trapecista a Luz y Fuerza que exigirá sus 42 mil millones anuales, a los maestros vende-plazas, los appos oaxaqueños, los Panteras, los Panchos Villa… y a las damas bobas (las llama Lope) con acceso a los medios donde predican que todo joven es un héroe (incluidos, es de suponer, los jóvenes que espían a sus condiscípulos para los tecos, los jóvenes de la juventud católica, los jóvenes del yunque, los jóvenes neo-nazis… porque no se han “aburguesado”): hay un baturrillo nauseabundo y con miles de millones. Eso exigiría del presidente Calderón extrema habilidad y bisturí fino. Temblemos.
Publicado en Milenio
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