4 oct 2009

El PRD y todos los Juanitos

Jorge Medina Viedas

04-10-09

El Partido de la Revolución Democrática cruza sus veinte años de vida con más pena que gloria. No es el partido del sol. Tampoco es el de la penumbra en nuestra vida pública, pero no ha logrado ser el partido luminoso de una izquierda mexicana orgullosa y satisfecha de su historia moral política.

Va sin rumbo, escindido, sin liderazgo. No tiene el comportamiento de un partido verdaderamente de izquierda. Su masa se guía por liderazgos mostrencos, de tribus (mafias) y burócratas y por un puñado de individuos con un cierto prestigio. Carecen de iniciativas partidistas. Las que proponen quedan cortas. Se atraviesa entre la sociedad y el partido una historia de actitudes y acciones decepcionantes y lamentables.

Estas pasan de teorizaciones: son expresión clara de su crisis. Llámese de identidad, de dirección o de ideología. Hay información de que el PRD de Jesús Ortega pretende hacer alianza electoral con el PAN en Oaxaca, Veracruz, y se sabe que tienen las mismas intenciones en Sinaloa con el mismo propósito. En Oaxaca, no deja de ser grotesco que exégetas de la historia política del mundo, conversos panistas de la última camada para mejores señas, hagan el papel de voceros de las razones de una alianza amoral, provocada por el capricho y el coro cacofónico de los grupos antipriistas, que a su vez a dado lugar a extraños compañeros de catre. El PRD en Oaxaca, éste sería el caso, busca hacer una alianza bajo la manutención del cacicazgo de un ex priista dolido de Oaxaca. Véase y júzguese.

No extrañaría, por cierto, que se hiciera en Veracruz y en Sinaloa donde el PRD ha desaparecido como organización y debe su presencia, en ambos estados, a algunos dirigentes históricos honestos, pero absolutamente ineficaces, opacados por los verdaderos operadores de la franquicia, esos sí, algunos de ellos con la piel y el alma lo suficientemente corrompida como para hacer negocios de este tipo.

Y es que en eso convirtieron su política en el Distrito Federal varios notables del PRD: en un vulgar asunto de pesos y centavos. El origen, desarrollo y desenlace de la ópera bufa de Iztapalapa revelaron en toda su dimensión esta crisis estructural del PRD.

Dio cuenta, de paso, del abatimiento creciente del crédito político del PRD de Andrés Manuel López Obrador, que tal vez debe entender que ya nada será igual para él; se dice que en el colofón de la obra rematado por el jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, éste dio una demostración indiscutible de poder e hizo patente que con cuerda propia va ya con varios cuerpos de ventaja en la carrera presidencial sobre sus rivales en el partido.

Pero Juanito, Rafael Acosta, se convertirá en la némesis de cualquier proyecto del PRD y de Ebrard. Su licencia provisional está firmada sobre una barra de hielo; y en todo caso, el susodicho se encargará de hacer público que ese permiso sirve para que un cargo político adquiera la forma de poder burocrático, lo cual supone el manejo de miles de millones de presupuesto y el control de una clientela bien aceitada y afiliada a las tribus del PRD.

Más del caso Juanito: él tiene vida propia y es un personaje del PRD; algo así como un Fernández Noroña en elemental; es su epígono de barrio, vaya; al cobrar vida como elemento de la farándula, haga lo que haga, además de que nos recordará los grados de perversidad a que puede llegar un ser humano al designarlo candidato del PT, entre las risotadas y la burla del populacho, será la prueba indiscutible de la perversión del PRD en el Distrito Federal.

Con qué y cómo se convenció a Rafael Acosta para que cediera su poder a la señora Brugada serán uno de los misterios más interesantes de la historia política del PRD en su paso resonante por el gobierno del Distrito Federal, y aunque se descubra la mediación de varios cargos para los suyos, incluido el de su hijo y una imprecisa cantidad de dinero, todo el episodio y los mecanismos degradantes de la política democrática empleados ahí, resolvieron la duda que persistía en algunos: este PRD, estos personajes inquisidores, felones de la política, bribones de pacotilla, son los que tienen al partido en la peor crisis de su historia.

Una secuela penosa y lamentable para un partido que fue fundado sobre los cimientos de una izquierda que luchó a brazo partido y con una dignidad enorme para conquistar un lugar en los espacios de representación política nacional. Varios de sus militantes fueron los mexicanos perseguidos y asesinados políticos por antonomasia de la segunda mitad del siglo XX.

Hoy es un partido que va en caída libre en la apreciación ciudadana. Pasarán sobre él quienes están pisoteando esa historia: los López Obrador, las Brugadas, los Fernández Noroña, los Chuchos. Y todos sus Juanitos.

Publicado en Milenio

No hay comentarios:

En defensa del Estado Laico y la diversidad social

Enrique Krauze. La izquierda mexicana