Joel Ortega
14-11-09
Unos quince años antes de la caída del Muro, visitamos Berlín Oriental con Liberato Terán. Uno de los momentos más interesantes fue ir a un edificio viejo donde se reunían los chavos a divertirse y discutir al margen, por supuesto, de la llamada Juventud Libre Alemana, nombre que tenía el aparato juvenil del Estado. Llegamos ahí gracias a Ilán Semo. La experiencia era uno de los desafíos libertarios al régimen de los Vopos y la Stasi.
Conviene no olvidar que la resistencia al totalitarismo en la RDA la promovían los jóvenes y desde posiciones genuinamente socialistas y comunistas. Había múltiples opciones como las que escribió Rudolf Bahro. Fue clave, también, la resistencia cultural y particularmente la de los grupos de rock.
Cuando cayó el Muro, el entusiasmo de cientos de miles de socialistas y comunistas fue enorme en todo el mundo.
Después el rumbo cambió y la rebelión libertaria se sustituyó por una restauración capitalista en Alemania, que dio lugar a un complejo fenómeno que convirtió a Berlín en una ciudad de una pujanza cultural y urbanística muy intensa e inclasificable con los viejos esquemas políticos e ideológicos, especialmente los de la guerra fría.
Ocho años antes de la caída del Muro, desaparecimos al Partido Comunista Mexicano.
Este hecho político no ha merecido la suficiente reflexión. Sobre todo porque ocurrió mucho antes del derrumbe del socialismo real.
Con todas sus complejidades y contradicciones, quizá precisamente por eso, el PCM vivió sus dos últimas décadas en un singular proceso de cambios en un sentido insólito en el conjunto del movimiento comunista.
Para muestra un botón: apoyó sin reservas al movimiento del 68, exactamente lo contrario de la conducta del PC francés ante el mayo de aquel año extraordinario de rebelión estudiantil planetaria. Postura compartida por casi todos los partidos comunistas y especialmente el gobierno de Cuba, patética paradoja: el gobierno de Díaz Ordaz y luego el de Echeverría acusaron al movimiento de ser una “conjura castro-comunista” y los gobiernos del “campo socialista” nos calificaban como movimiento “pequeño burgués infiltrado por la CIA”.
Al desaparecer el PCM en 1981, se creó el PSUM y finalmente el PMS. Todo marchaba sobre ruedas. De pronto surgió el fenómeno Cuauhtémoc y con muchos remilgos el PMS decidió apoyar su candidatura y Heberto retiró la suya.
La desaparición del PMS se convirtió en la carpa de fantoches que es el PRD.
Los sueños no terminan.
Publicado en Milenio
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