Ciro Gómez Leyva
17-11-09
La presidencia legítima de Andrés Manuel López Obrador cumplirá el viernes tres años de vida. Tres años ya de aquella ceremonia con la banda al pecho, el gabinete alterno y el águila juarista. ¿Qué ha cosechado desde ese gélido lunes 20 de noviembre de 2006? Muy poco, por no decir que nada.
Hoy puedo repetir lo que publiqué aquí en el primer aniversario: “A falta de logros palpables que mostrar, el lopezobradorismo afirma que está ayudando a despertar a millones de mexicanos humillados. Puede ser, pero los resultados no son claros. No son tangibles, verificables”.
Las elecciones de 2009, además, demostraron que el lopezobradorismo electoral vive en fase menguante. Y que después de los 15 millones de votos de 2006, todo se fue convirtiendo en pérdidas.
El paso de mil días resalta también la miseria creativa de ese movimiento, incapaz de generar una idea novedosa, que entusiasme. Las palabras son las de siempre. El mismo espantajo: el neoliberalismo, la soberanía, los peleles, la mafia: la lucha a muerte entre el pueblo bueno y la siniestra conspiración de las fuerzas corruptoras.
Tampoco hay personajes. La presidencia legítima comienza y termina en un gurú, conocedor único y portavoz de los sentimientos profundos de la gente. Los demás son flacos actores de reparto sin identidad propia. ¿Qué escudero de López Obrador se ha proyectado con fuerza propia? ¿Uno?
No deja de ser melancólico observar la forma en que se malgastó la esperanza de 2006, atestiguar la pobreza estratégica de esta parte de la izquierda: narcisista, cuasi religiosa, quizá la menos inteligente en la lucha por el poder.
Tres años sin que se vea nada mejor de lo que se tenía. López Obrador se equivocó.
Publicado en Milenio
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