Román Revueltas Teres
08-06-10
¿Habrá algo en lo que el PRD pueda estar de acuerdo? Seguramente sí. Está detrás, por lo pronto, de Napoleón II. A los asoleados aztecas no les preocupa que ese personaje le haya birlado millones de dólares a sus agremiados, que sea tan rico como el más explotador de los burgueses, que haya instaurado un régimen de persecución de sus oponentes en el sindicato minero, que utilice a sus fieles como matones para intimidar a los trabajadores y, finalmente, que haya decretado, por sus pistolas, el cierre puro y simple de la mina de Cananea aunque toda una región pagara los platos rotos y se derrumbara económicamente.
Vivimos, señoras y señores, en un país donde mandan los caciques y donde cualquier contrato laboral debe significar, obligadamente, jugosas ganancias para el líder sindical de turno. Pero —ojo, mucho ojo— este sistema de privilegios para unos cuantos nos lo pintan como un modelo de justicia social para todos. Nos engañan, pues, nos dan atole con el dedo. Nos dicen que la flagrante ausencia de libertad sindical y la escandalosa existencia de sindicatos “únicos” (es el equivalente, sin más, a esos regímenes de partidos políticos también únicos donde no puedes, como individuo soberano, ejercer tus más elementales derechos, es decir, no puedes siquiera elegir a quién te va a gobernar y mandarlo de vuelta a su casa si no te gusta como lleva los asuntos públicos), nos dicen —repito— que la dictadura de los mandamases sindicales es una “conquista social” y, peor aún, una expresión de la “soberanía nacional”.
Los pregoneros del PRD, de tal manera, condenan ferozmente la intervención del Gobierno de México para acabar con una huelga ilegal. No reconocen —ni les importa— que la mismísima Suprema Corte de Justicia de la Nación haya dictaminado que la ocupación de la mina era indebida. No. Braman que Calderón está en “contra del pueblo” y que gobierna para asegurar los intereses de la “oligarquía”. ¿Y Gómez Urrutia? Bien, gracias.
Publicado en Milenio
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