4 jul 2010

El Estado de bienestar

Alberto Peláez

04-07-10

Italia se levantó en una huelga general ante la política restrictiva de Silvio Berlusconi. El ajuste fiscal que ha llevado a cabo el primer ministro italiano es muy duro pero no le ha quedado más remedio porque los mercados empiezan a mirar a su país como si le estuvieran perdonando la vida.

Al este, en Grecia su gobierno ha apoyado una reforma radical del sistema de pensiones para cumplir los requisitos de plan de rescate económico de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.

En Rumania se han producido marchas que han desembocado frente al palacio presidencial en Bucarest —que terminaron con cargas policiales y manguerazos de agua— para protestar contra el recorte de 25% de los salarios de los funcionarios.

La bella Budapest está más triste y fría desde que sabe que roza el abismo como Grecia. Si no emprende políticas duras Hungría también se puede caer.

Nuestros vecinos portugueses miran hacia otro lado para evitar la terrible especulación del mercado. El pequeño país es fácilmente digerible. Por eso han subido los impuestos directos y el IVA, para que le reconozcan el esfuerzo.

En Francia, su primer ministro François Fillon se desgañita diciendo que no valen de nada las protestas y manifestaciones de los obreros y prejubilados cuando el gobierno de Sarkozy va a aumentar la edad de jubilación.

En España no hay rumbo. El desempleo cae todos los días; el agujero del déficit no se cierra y los mercados nos miran con ansia. Zapatero se ha convertido en un títere de los grandes organismos económicos mundiales, que son los que dictan las normas a seguir —menos mal—. De lo contrario, ya habríamos caído.

Así está en estos momentos la Europa de sur. Sin embargo la del norte, tampoco canta mal las rancheras. David Cameron ha realizado el ajuste más duro desde la Segunda Guerra Mundial en el Reino Unido. Las bajadas de sueldos de los funcionarios o las subidas de impuestos han dejado desconsolado al ciudadano británico.

Alemania continúa siendo la que está pagando la cuenta del festín del “bienestar” europeo y ya ha asumido que no está dispuesta a pagar, además, la propina. Prefiere levantarse de la mesa del euro a que los comensales sigan pidiendo. Porque todos vienen con hambre. Tiene en puertas a varios países que quieren entrar en la Unión Europea. Otros, como Hungría debería ingresar en el euro en 2012. Alemania sigue manteniendo a sus hermanos “pequeños” europeos. La ciudadanía alemana no se lo perdona a las autoridades.

Bélgica se enfrenta a una presidencia Europea en el segundo semestre de este año. Lo hace tras unas elecciones donde han ganado los nacionalistas-separatistas; algo nada bueno de cara a los mercados.

Más arriba, en una enorme pero arruinada isla en Islandia, la población ha pasado de ser uno de los países con mayor bienestar del mundo a la bancarrota. Entregada a los bancos y particulares británicos, no tiene muchas opciones si quiere salir de su catastrófica situación aderezada por las fumarolas del volcán que ha paralizado en varias ocasiones los aeropuertos de medio mundo.

Con todo este panorama ¿dónde se encuentra el famoso estado del bienestar europeo? ¿Qué queda del confort cultural y socioeconómico de aquella Europa a la que veíamos con tanta admiración? Poco, muy poco o nada salvo —eso sí— la cultura que nunca morirá. Pero ¿qué vamos a hacer para crear un nuevo modelo de sociedad en la que podamos arañar algo de lo que vivimos hasta hace dos años? Tal vez nos movemos en un mundo virtual que duro algo más de treinta años pero que fue tan efímero como la propia realidad.

Lo cierto es que hoy por hoy, el juguete europeo ha caducado y no es que haya que ponerle baterías nuevas sino es que hay desarmarlo y volver a ensamblar todas sus piezas. Eso es, al final lo que queda de la maravilla de aquel estado del bienestar que tanto soñamos durante tanto tiempo en la Vieja Europa.

Publicado en Milenio

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