12-10-10
El desencanto por una década de malos resultados del PAN en el gobierno (cuestión de ver el registro de los10 indicadores vitales de un país entre 2000 y 2010, desde el crecimiento del PIB hasta los índices de desarrollo humano) está haciendo voltear a muchos ciudadanos hacia dos opciones que los panistas califican “del pasado”: al PRI y a AMLO.
Las encuestas de este verano (Reforma, Consulta, Parametría y las propias de algunos partidos como el PT) coinciden en señalar que Peña Nieto y AMLO son los dos aspirantes que figuran a la cabeza de la carrera presidencial de 2012, con una marcada preferencia del primero, aunque discrepan entre la distancia que separa a uno y al otro. Mientras algunos consideran 38 puntos de distancia otros hablan sólo de 12. El hecho es que AMLO está de regreso, en una trayectoria de recuperación tipo “W” que ya quisiera mostrar la economía mexicana.
No está de más glosar los factores de este repunte. Entre los elementos exógenos o fuera del alcance de López Obrador están el deterioro de las condiciones de inseguridad y desempleo que golpea a la mayoría de la población (a pesar del medio millón de empleos mal pagados creados en 2010); el estancamiento de las preferencias a favor de Peña Nieto en un rango de 42 a 45 por ciento (quien ha logrado cohesionar las simpatías duras del PRI, pero no ha ampliado el umbral histórico a favor de este partido, lo cual es una clara vulnerabilidad); la falta de un aspirante competitivo en el PAN (Santiago Creel y Josefina Vázquez parecen atados a una doble limitante: no cuentan con la bendición del jefe real de su partido y cargan desde ahora con la cruz del continuismo, frente al deseo de cambio de la mayoría del electorado); el hastío entre electores de amplias regiones del país (norte y occidente sobre todo) en torno a la alternancia PRI-PAN y ven en la izquierda la posibilidad de una tercera vía de cambio (especialmente, entre AMLO y Marcelo Ebrard).
Sobre esto último, es interesante constatar que parte del repunte de López Obrador se está presentando entre sectores de clase media, pequeños y medianos empresarios, que hace seis años lo consideraban “un peligro para México” y hoy, por lo menos, escuchan con atención y aceptan sus tesis sobre “el capitalismo de cuates” que impulsan PRI y PAN, donde los grandes empresarios no pagan impuestos y los monopolios privados se arman con protección pública y privilegios económicos.
Entre los factores endógenos o propiamente impulsados por la estructura y el movimiento de AMLO están la capacidad de sobrevivencia política de esta opción y el discurso alternativo que han logrado construir no sólo para explicar la crisis sistémica que vive el país, sino para plantear una salida. En efecto, después de haber caído a rangos de 8 por ciento de aceptación ciudadana (diciembre 2006), hoy López Obrador ronda los 20-24 por ciento en caso de ser postulado por una coalición PRD, PT, Convergencia. Insuficientes para ganar todavía, pero suficientes para seguir construyendo el escenario del “tercio mayor” que podría hacer la diferencia en 2012.
En torno a su discurso e identidad de un candidato presidencial distinto al resto, baste con mencionar que la actitud de opositor persistente, duro y sistemático, le ha arrojado atributos negativos en algunos sectores, pero en otros, en cambio, le ha construido la imagen del único político opositor que realmente podría cambiar de raíz la situación crítica del país. Para un tercio mayor del electorado, AMLO es ya un candidato de la crisis, para la crisis y contra la crisis. Y mientras la crisis no se vaya, tampoco se irá AMLO de ese imaginario colectivo.
Existen, por último, otros factores circunstanciales que están abonando el regreso de AMLO. Uno de ellos, es el miedo, la ansiedad y la angustia de sus adversarios. Un ejemplo de ello lo acaba de dar el propio Felipe Calderón, quien en una entrevista de radio, con el periodista Salvador Camarena, desempolvó los lodos de la campaña de 2006, al recordar que para millones de mexicanos López Obrador había sido y seguirá siendo “un peligro para México”. Con ese auténtico déjà vu presidencial, más que intentar contener el retorno de AMLO, se hizo evidente el escozor, el temor y la fobia de quienes no sólo no extinguieron ese supuesto peligro, sino que ya lo tienen de regreso. “Ya te vi y voy por ti” es el mensaje central de esa declaración. Actitud pendenciera y rijosa, que además de anunciar la apertura un tercer frente de guerra desde Los Pinos (contra la delincuencia organizada, contra Peña Nieto y el PRI, y contra AMLO), evidencia que en Palacio Nacional hace tiempo dejaron de despachar los jefes de Estado y de gobierno, y en su lugar quedaron instalados los jefes de partido.
Por último, AMLO está también de regreso por una sencilla razón: nunca se ha ido.
Publicado en Milenio
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