5 oct 2010

Debate entre Pablo Gómez y Jesús Ortega

El debate sobre las alianzas PRD-PAN se ha cargado de adjetivos, como todas las polémicas importantes y públicas. Se acusa a López Obrador de intolerante y se rechaza el término traición usado contra quienes procuran las tales alianzas. Se ha llegado a acusar a AMLO de absolutismo a pesar de que la actual dirección del PRD hace lo que quiere, con quien quiere y a la hora que quiere sin consultar a nadie. Pasemos ahora a discutir el asunto sin caer en el deporte preferido de la temporada que consiste en estar atacando a AMLO por lo que sea y hasta por lo que no fue.... (Intolerancias y traiciones)....

Respuesta a Pablo Gómez
Jesús Ortega
05-10-10

En su artículo del 1 de octubre en MILENIO, el compañero Pablo Gómez dice que “el debate sobre las alianzas PRD-PAN se ha cargado de adjetivos como todas las polémicas importantes y públicas”. Sobre esto, una coincidencia con Pablo: el tema es importante para la vida política del país. Una diferencia: no todo debate importante debe cargarse de adjetivos. Se puede debatir sin insultar y aún más, debates que construyen pueden evitar las diatribas.

Pablo admite que la izquierda suele aliarse con la derecha cuando se trata justamente de la democracia. Esto es cierto, parcialmente, porque se han dado alianzas con otras razones igualmente legítimas. Las alianzas entre los diferentes son parte esencial de la política y a lo largo de la historia de la izquierda y la derecha, en México y en el mundo, se han dado frecuentemente alianzas e incluso se han constituido gobiernos que les son comunes.

Ahora es necesario recordar que en 1978 Aldo Moro, entonces presidente de la democracia cristiana italiana, se había adherido a la propuesta de Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, para constituir un “Gobierno de unidad nacional”.

Otro buen ejemplo es el de la concertación chilena que mediante el histórico plebiscito donde el pueblo chileno dijo NO a Pinochet. Al NO se adhirieron, la Democracia Cristiana —una parte de la cual, incluso, había apoyado el golpe militar contra el presidente Allende—, los radicales, la socialdemocracia, los socialistas y los comunistas.

Pero a diferencia de lo que dice Pablo Gómez, la concertación entre derecha e izquierda no sólo sirvió para terminar con la dictadura, sino que además se constituyo en un instrumento para avanzar.

En la historia de nuestro país, los acuerdos entre diferentes para lograr transiciones y gobiernos son frecuentes. Ya he dicho antes, que la consumación de la Independencia, así como el término de la dictadura porfirista y la propia Constitución del 17, fue resultado de acuerdos entre una gran pluralidad política, programática e ideológica.

Mucho más reciente, en el movimiento cívico de 1988 se dio —y fue determinante de su éxito— una alianza política entre fuerzas que apenas meses antes se encontraban profundamente enfrentadas y desde luego, con programas diferentes. Al Frente Democrático Nacional confluyeron diversas organizaciones socialistas (principalmente el PMS) y los priistas, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo. La decisión no fue fácil y hay que decir que no pocos compañeros se oponían a esta alianza, argumentando que la izquierda se desdibujaría y entregaría sus principios. Pablo Gómez recordara que en aquellas discusiones intensas en el seno del PMS, algunos compañeros acusaban de traidores a aquellos que como él, impulsábamos la alianza con Cuauhtémoc Cárdenas. Esta Alianza, con los entonces priistas, no se limitó a la participación en las elecciones presidenciales de 1988, sino mas allá, alcanzó unidad orgánica para la creación del Partido de la Revolución Democrática.

En el origen del PRD hay presente una alianza entre diferentes, y la continuidad de esta estrategia de alianzas, práctica y amplia, ha sido correcta. Con sentido de oportunidad y con visión de largo plazo, realizamos alianzas con otros sectores del PRI, incluyendo a quienes nos combatieron durante las jornadas contra el fraude en el 88. Pablo Gómez recordara al entonces diputado Monreal que, una y otra vez, desde la tribuna de San Lázaro, lanzaba anatemas contra Cuauhtémoc y de los partidos que lo apoyábamos. Aún así, apenas unos años después del fraude del 88, el PRD, siendo presidente Andrés Manuel López Obrador, llevó a cabo una alianza electoral con el monrealismo y con ésta, alcanzamos el triunfo en Zacatecas. Con otras alianzas de este tipo también ganamos en Tlaxcala y Baja California Sur.

También, nuestro partido hizo alianzas con el PAN, que para entonces ya había logrado acuerdos importantes con Salinas de Gortari, a cambio de su tácito reconocimiento como presidente de la República. En San Luís Potosí, apoyamos al doctor Salvador Nava; en Nayarit, a Antonio Chavarría; en Durango. al negro Elizondo; en Oaxaca, a Gabino Cué, y más adelante en alianza con el PAN ganamos la gubernatura de Chiapas. También hay que recordar que casi al final de la campaña presidencial de 2000, desde el PRD y PAN se llevaron a cabo conversaciones formales para unir fuerzas en una sola candidatura. El programa de gobierno de aquella posible alianza no fue obstáculo, pues se logró articular uno que fue compartido por los dirigentes más importantes de ambos partidos. Sin embargo, lo que impidió concretar la que sería la mayor alianza entre partidos tan disímbolos fue una nimiedad: el método para decidir al candidato común. Todo se frustro debido a que Fox quería una encuesta y Cuauhtémoc, proponía una consulta.

Así, con una política amplia de alianzas y desde luego, con el esfuerzo y la lucha de millones de ciudadanos, el PRD se convirtió en una fuerza tan importante que nos llevó a ganar en 1997 la jefatura de gobierno de la capital con Cuauhtémoc y tres años después refrendada con AMLO.

Esa estrategia de alianzas ni nos desdibujo, ni hizo que olvidáramos principios, ni nos olvidamos, de esa, que es preocupación central de Pablo, la de ser oposición firme. Nunca hemos perdido esa condición y más bien, la estrategia amplia de alianzas nos acerco al cumplimiento de nuestros objetivos estratégicos, pues nunca en la historia de la nación, la izquierda había alcanzado tanta fuerza e influencia en la vida política del país.

Esto me parece incuestionable y por ello, Pablo acierta en el planteamiento de que “alianzas para instaurar un régimen democrático es la divisa de todas las fuerzas interesadas, sean de derecha o de izquierda”. Porque eso es cierto, es que recurro al ejemplo de Italia y del PCI en 1978, de Chile en la década de los 80´s y del PRD desde su propio origen.

Pablo, sin embargo, se contradice al contestarse a si mismo su pregunta clave. ¿Son válidas y necesarias, ahora, alianzas electorales entre fuerzas que programáticamente son diferentes? Pablo dice que antes sí, y su respuesta es incongruente y errónea porque su análisis no es riguroso sobre la situación del país.

La realidad es que en México se interrumpió el proceso de cambio hacia la democracia y por el contrario experimentamos un grave retroceso hacia formas de gobierno más autoritarias aún que las del viejo régimen.

Lo que está en tránsito ahora, es la regresión, principalmente impulsada desde las fortalezas de esos señores feudales, y se podría culminar si uno de ellos, el más poderoso, el aliado de la oligarquía económica, el del Estado de México, alcanza la presidencia de la República.

La alternativa ante este peligro para la nación, no es desde luego el PAN (eso como dice Pablo, es más o menos evidente) pero sí podría serlo una opción de centroizquierda.

Pablo dice que se necesita programa y nadie en sano juicio podría contradecirlo, pero aparte de ese programa se requiere, como parte de una estrategia eficaz, minar ahora (después ya no habrá tiempo) a ese poder cuasi totalitario que se ha atrincherado en los estados de la República y que desde estos pretende asaltar, con Peña Nieto a la cabeza, la Presidencia del país.

Por eso era necesario vencer ahora a Ulises Ruiz en Oaxaca, al “gober precioso”, en Puebla; al de Sinaloa, Hidalgo y Durango, entre otros.

Pero derrotar a estos personajes y a lo que representan sólo era posible, dada la circunstancia, a través de la construcción de amplios movimientos ciudadanos y de partidos coaligados.

Pablo afirma que las alianzas ahora buscan fortalecer al PAN. Esta afirmación no tiene ningún sustento en la realidad y sólo reitera lo que AMLO a su vez repite igualmente sin ningún dato que lo compruebe. El PRD en Oaxaca, después de las elecciones, se posicionó como la primera fuerza; en Puebla aumentamos en 100% el número de municipios gobernados; en Sinaloa ganamos tres municipios y por primera ocasión obtuvimos diputados de mayoría; en Durango, igualmente por primera ocasión obtuvimos diputados de mayoría relativa y ganamos, a pesar del fraude, importantes municipios.

Por último, Pablo, acerca de traiciones, tan solo cito a Amos Oz: “Traidor es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático, es cualquiera que cambia”.

Publicado en Milenio

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