20 jul 2008

Hamlet en el PRD
Ricardo Monreal
12-feb.-08

Una duda recorre al PRD. ¿Qué tipo de izquierda ser? De cara a la renovación de la dirigencia nacional, dos visiones y proyectos de partido se enfrentan en su interior para decidir el rumbo a tomar. No es una duda por el qué queremos ni para qué lo queremos, sino por el cómo lograrlo. No es una disputa por el proyecto de nación, sino por la estrategia más adecuada para llevarlo al poder. No es un problema de fines, sino de medios. La vía gradualista y dialoguista o el camino de la movilización y la oposición sin tregua.

Ser o no ser. Dialogar o desconocer. Negociar o impugnar. Acordar o denunciar. Participar o resistir. Pactar o romper. Integrarse o aislarse. Las instituciones o la plaza. El parlamento o la calle. La propuesta o la consigna. Concertar o confrontar. Aliados o adversarios. Solos o mal acompañados. Sí por oportunismo o No por dogmatismo. Partido de ciudadanos o confederación de tribus. Norma o dogma. Representación política o movilización social. Liderazgos institucionales o instituciones en función de liderazgos.

No es una duda nueva ni privativa de la izquierda partidaria en México. Es la duda fundacional de casi toda izquierda respetable en el planeta. Por ello, entre otros factores, se habla de las izquierdas en plural, no de la Izquierda en singular y en mayúscula hegemónica. Sólo que en el actual proceso de renovación del PRD, esta duda hamletiana se ha agudizado por el fantasma del resultado electoral del 2 de julio de 2006 y sus secuelas.
Así como al joven príncipe de Dinamarca se le aparece el espíritu de su padre para confesarle que fue asesinado por su hermano Claudio (tío de Hamlet) para quedarse con el trono y con su madre, la Reina Gertrudis, naciendo la tragedia que marcará el resto de sus días, en el perredismo se vive aún la duda de 2006. ¿Qué pesó más en el resultado final: las insuficiencias internas o la embestida externa?
Para muchos de nosotros, la embestida fue determinante. Por lo menos en 0.54%. Para otros compañeros, en cambio, fue lo primero los errores propios, que también los hubo. Hoy los diferentes diagnósticos se han vuelto expresión, proyecto y planilla de candidatos para renovar las dirigencias nacional y locales del PRD.
El contraste entre proyectos provoca ruido, alharaca y avisos de guerra. El gobierno y los adversarios históricos de la izquierda apuestan claramente a la división y eclosión del PRD. Al “no ser”. La derecha sueña con un PRD a su imagen y semejanza, es decir, una izquierda domesticada, “responsable” y “moderna”, una izquierda de 17% de votos que no represente “un peligro para México”. Cree encontrarla en el ala dialoguista y negociadora del PRD, identificada con Los Chuchos, que apoyan a Jesús Ortega. En cambio, se ha dedicado a denostar al ala del PRD identificada con el lopezobradorismo, presentándola como una opción rijosa, conflictiva y radical.
La realidad es que ninguna de estas apuestas tiene visos de cumplirse. Ni el lopezobradorismo dejará el PRD en el supuesto caso de que Alejandro Encinas no obtenga la dirigencia nacional el 16 de marzo próximo, ni Jesús Ortega será la opción dócil, domesticable y blanda que anhela la derecha en el gobierno.
La definición de fondo está más allá de la posición política que se adopte frente a la presidencia de facto de Felipe Calderón. Lo verdaderamente importante es definir el tipo de partido de izquierda que necesita México. Aquí está el verdadero reto. El PRD necesita una reforma integral. Esta reforma debe actualizar la estructura organizativa del partido, el contenido de su programa de acción, la forma de insertarse en una sociedad cada vez más cambiante, la manera de relacionarse con el poder público constituido y, por supuesto, garantizar la representación y participación directa de la ciudadanía y del pueblo en el ejercicio del poder político.
Una gran fuerza política de izquierda tiene futuro en México, una opción de corte socialdemócrata, una suerte de tercera vía política, un camino alterno entre el neoliberalismo depauperizador del PAN y el neopopulismo autoritario del PRI. Esta tercera vía no debe ser una imitación extralógica de la experiencia europea, la cual surge y se desarrolla en un contexto diferente al nuestro.
El PRD tiene en su interior cuatro enemigos a desterrar: el corporativismo, el patrimonialismo, el personalismo y el clientelismo en las relaciones entre sociedad y gobierno. Más ciudadanos, menos tribus. Más tolerancia, menos dogmatismo. Más liderazgos, menos iluminismo. Más sociedad, menos burocratismo. Más causas sociales, menos partidocracia. Esta es la opción para hacer del PRD el partido de izquierda que México necesita para progresar y transformarse en serio. Una forma también de superar su Hamlet interno.
Publicado en Milenio

No hay comentarios:

En defensa del Estado Laico y la diversidad social

Enrique Krauze. La izquierda mexicana