Izquierda y derecha
13 de septiembre de 2004
He escuchado, con repetido asombro, algunos comentarios sobre "el vergonzoso espectáculo político del Informe". Entre ellos destaca la condena de una "izquierda incivilizada" que postula "frente al diálogo, la violencia". El tema es apasionante, pero hay que saber de qué hablamos. Hay que decir, en principio, que no existe hoy izquierda en su sentido exacto que merezca ese nombre, que no haya realizado una revisión crítica, analítica, del socialismo real y su sistema de reproducción del poder por vía de la coerción totalitaria y la cancelación de las libertades y el pluralismo.
Hablar de izquierda presupone, para un analista, preguntarse si hablamos de una izquierda integrada en el proyecto democrático o de una izquierda que no ha tenido la decisión de acometer, críticamente, su pasado, sin renunciar a una gran reforma social y política de la sociedad. Si se piensa en Francia se encuentran miles de testimonios. Tomo un libro admirable: Autocritique de Edgar Morin. Este sociólogo y humanista extraordinario la Universidad Veracruzana le dio recientemente el doctorado honoris causa y el rector me pidió que hiciera un discurso de presentación, en ese libro, explica, con todos los elementos de significación, su revisión del pasado. De sus años en la Resistencia y en el Partido Comunista Morin pasó a despejar su existencia y la nuestra. En su prólogo a la tercera edición dice: "Este libro, escrito en 1958, puede y debe ser considerado como un documento histórico sobre la experiencia militante en el seno del comunismo staliniano y como una tentativa de `auto-esclarecimiento`...".
No es su único caso. Felipe González, en España, cuando una parte del Partido Socialista le apremió para que el partido continuara siendo un partido de clase, de la clase obrera, colocó el cargo en manos de la Organización. Señaló que, en una sociedad moderna y plural, la clase obrera no podía identificar a la nación y sí representarla en el cuadro de las aspiraciones de las mayorías plurales. En suma, la proposición negada proponía la "conquista del poder" y no, como sucedería en 1982, una elección masiva donde al PSOE, de las clases, y no a una clase, obtuvo la mayoría absoluta. Sólo así regresó el PSOE a una vida nacional plenaria asumiendo, en las contradicciones, la pluralidad de una sociedad contemporánea.
Cuando Jorge Semprún, figura mitológica del exilio español, miembro del Partido Comunista, prisionero en los campos nazis, y personalidad "francesa", fue nombrado ministro de Cultura por Felipe González (es de añadir que la mayor parte de la obra de Semprún, en la tipografía y en el cine, ha sido realizada en francés) no dudó, él que procedía del Partido Comunista, en aclarar las cosas: "Más vale dijo en 1996 la jungla del mercado que el zoológico totalitario". Rápidamente se confrontó con la corriente de Alfonso Guerra. Sus palabras, condenando el sectarismo, fueron impresionantes e inapelables. Felipe González, en principio, defendió a Alfonso Guerra. Semprún, en su libro de memorias, (Federico Sanchez vous saluee bien , ya saben ustedes que "Federico Sánchez" fue su "nombre de guerra" en la clandestinidad antifranquista) no duda en decir: "Pero su gesto (el de Felipe González) por explicable que pueda serlo en el plano de las pulsiones sicológicas primarias, fue políticamente nefasto...". Reconoce que, unos meses después, Felipe González obligó a su vicepresidente en el gobierno a dimitir. También señala que el "Programa 2000" del partido, "aclamado en el Congreso del PSOE y presentado como el fruto de una larga reflexión colectiva, fue olvidado y reenviado al magazín de los accesorios: nadie oyó hablar de él".
He aquí una permanente reivindicación crítica de los actores políticos de la izquierda. Esa misma izquierda acaba de ganar las elecciones, en todos los espacios electorales franceses, al centro-derecha de Chirac. No se ha envalentonado con ello. Sabe, muy bien, que la Asamblea elegida en el 2002, con su mayoría de centro-derecha, es la legalidad y, por tanto, no ha colocado al gobierno contra la pared porque esa pared sería una imposición totalitaria. La legalidad, el derecho, señalan la legitimidad del gobierno en funciones y el Partido Socialista espera la hora de las elecciones generales preparando, con las dificultades del caso, la nueva clase dirigente socialista para la alternativa. Es justamente lo contrario que en nuestro caso donde proliferan, sin el consenso siquiera de sus partidos, fantasmas oníricos bajo un grito de guerra sin guerreros: "¡Yo quiero ser presidente!". Seguro que sólo las "mamás" están de acuerdo.
La derecha, a su vez, del mundo contemporáneo es una centro-derecha que ha asumido, con todas sus consecuencias, la Ilustración y no la Devastación. Es la centro-derecha francesa la que llevó, a letra de la ley, la norma jurídica, el aborto bajo la presidencia de un hombre de Estado moderno: Valery Giscard d`Estaing. Él dijo a dos Papas: "Yo no puedo imponer mis ideas de cristiano a mi país; sólo puedo definir si una ley se ajusta a los ideales de la sociedad y, en este caso, no hay duda". Es bajo el gobierno de Chirac, centro-derecha, donde se ha producido la decisión de adoptar, en el cuadro de la ley, la norma que hace legítima la eutanasia. Esa derecha racional, (que nada tiene que ver con una derecha que niegue la política y crea en la "acción" fascistoide) está a millones de kilómetros luz de las derechas exentas de la historia, que siguen sin asumir las conquistas sociales, sicológicas y fundamentales de los derechos humanos y de sexo (dejemos atrás lo de "género") como conquistas, con su riesgo y su inmensa interrogación ética, del mundo contemporáneo. Cuando tengamos una izquierda moderna y una derecha del mismo nivel estaremos, al margen, de esa lamentable proposición, autoritaria, de la "real gana" y lo "que yo quiero". Un 2006 prepolítico, como anticipó ya el 2003, es lo que, todos, irresponsablemente, nos estamos ganando a pulso.
Publicado en el Universal
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