La destrucción del PRD, la visualización del PRI
Jorge Fernández Menéndez
19-Ago-2008
El Consejo Nacional del fin de semana pasado tuvo que realizarse en una sede alterna, en Ciudad Nezahualcóyotl, porque los partidarios de López Obrador, recurriendo a su método más arraigado de hacer y entender la política, ocuparon las oficinas centrales del partido y las “clausuraron”, repitieron lo realizado tantas veces en las calles de la capital, con el bloqueo de 2006 o hace unos meses en el Congreso. Para los lopezobradoristas, si las leyes y las autoridades no les dan la razón, si pierden, tratan de arrebatar a como dé lugar el triunfo. Sólo su agenda importa: para López Obrador, la crisis de seguridad se soluciona con la renuncia de todos los funcionarios federales, del procurador al Presidente de la República, así de sencillo. Le hace coro uno de los principales operadores de Marcelo Ebrard, el secretario de Cultura, Alejandro Rojas Díaz Durán, quien opina que la seguridad “sólo se recuperará con un cambio de régimen”. Quizás habrá que tomarle la palabra, ya que hace once años que el perredismo gobierna con mayoría absoluta la capital y la seguridad ha empeorado sistemáticamente, pero nunca tanto como en los últimos ocho años. Antes de que ocurriera ese “cambio de régimen”, ¿recuerdan las humillaciones que hizo pasar Martí Batres, entonces líder de la Asamblea Legislativa, al general Cordero, jefe de la policía capitalina en los últimos días de gestión de Oscar Espinosa, al acusarlo injustamente de la muerte de unos jóvenes en la colonia Buenos Aires?, ¿recuerda cómo enviaron también injustamente a la cárcel al general Tello por esos mismos hechos?, ¿alguien puede decir que hoy está mejor la seguridad de la ciudad que entonces?
El problema con el perredismo, o por lo menos con ese sector del partido del sol azteca, es que ha renunciado a la política. Apuesta a la ruptura institucional y el gobierno capitalino, que quisiera tener otro proyecto, duda, un día sí y el otro también, sobre cuál es el camino que debe adoptar. Lo cierto es que, mientras la gente de Alejandro Encinas, encabezada por Dolores Padierna, tomaba por la fuerza la sede de su partido, en Neza se realizaba el Consejo Nacional y Nueva Izquierda, liderada por Jesús Ortega, conseguía tener quórum, modificar programas, establecer una propuesta para la reforma petrolera y, quizá lo más importante en la lucha interna, ratificar a Guadalupe Acosta Naranjo como presidente provisional del partido y que se convocara a nuevas elecciones internas para febrero de 2010, después de las intermedias.
La corriente que busca la presidencia para Encinas respondió tomando las oficinas y el ex jefe de Gobierno capitalino propuso que se designara otra dirección provisional, “temporal y colegiada”, encabezada por Lázaro Cárdenas Batel. No conocemos la respuesta del ex gobernador de Michoacán, pero sería absurdo que aceptara algo de esa índole. Primero, porque si hubiera alguna posibilidad en ese sentido tendría que haberse propuesto mucho antes. Y, segundo, y mucho más importante, porque Lázaro deberá formar parte de la solución de la crisis, no ser devorado por ella. En los hechos, dentro del PRD, o de algunas de sus corrientes, las únicas figuras distintas, diferentes, que pueden presentar una alternativa de izquierda aceptable para la gente, son Lázaro Cárdenas y la todavía presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta. Los demás dirigentes, a la sociedad no perredista, electoralmente no le dicen nada o tienen un muy alto índice de rechazo, como López Obrador. El jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, podría ocupar esos espacios, sin embargo, cada día que pasa sin asumir públicamente una posición propia, deslindándose de padrinazgos, lo está pagando con popularidad y credibilidad. Y tanto Zavaleta como Cárdenas tienen todavía un fuerte capital político que no piensan despilfarrar: Zavaleta seguramente buscará la gubernatura de Guerrero y Lázaro debería ser el más firme aspirante a presidir la bancada del PRD en la próxima Legislatura. ¿Para qué ser el presidente provisional de una dirigencia “temporal y colegiada”, sin ningún margen de maniobra? El momento de Lázaro Cárdenas en el PRD, o en lo que se transforme ese partido, será cuando gane esos espacios, cuando sea visto como una solución, no como una parte más del problema. Y para eso aún falta tiempo.
Lo cierto es que, mientras ello ocurre, el que está cosechando los votos que deja ir el PRD es el PRI que, como lo hizo el PAN hace algunas semanas, tiene muy bien identificado cuál es su adversario electoral para 2009 y lo dice: la verdadera competencia se dará entre el PRI y el PAN, porque, salvo sectores muy específicos de la geografía nacional, el PRD ya no cuenta. Las encuestas serias demuestran que el PRI y el PAN están prácticamente empatados con alrededor de 40% de expectativas de votos, con una ligera ventaja del PRI y lo importante es, además de los diputados, las gubernaturas (seis: Nuevo León, Colima, Campeche, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, casi todas muy cerradas en los últimos años, definidas por un puñado de sufragios) y algunas intermedias, como las del Estado de México (clave para Peña Nieto) y el DF, donde el PRD mantendrá, pese a todo, la mayoría, porque sus oposiciones no han sabido generar una estructura alternativa en la capital. Lo cierto es que las declaraciones de Manlio Fabio Beltrones y de Beatriz Paredes, este fin de semana, no dejan lugar a dudas: tanto el PRI como el PAN saben que la lucha electoral es entre dos.
Publicado en Excélsior
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