13-02-10
Voces académicas del foro Discutamos México empiezan a reconsiderar la figura de Hernán Cortés, algo digno de celebrar como acto de justicia histórica y reconciliación de los mexicanos con su propia historia. Por remota y discutible que nos parezca la vida y obra de esta figura impar de la historia universal, su muy esperado reconocimiento público podría ser el inicio de una identidad nacional más madura, menos resentida, más tolerante y más consciente de sí misma.
Los merecidos títulos patrióticos de muchas figuras del panteón nacional palidecen ante Cortés como fundador de la nación mexicana. “El resultado de la conquista que acaudilló y de las fundaciones que hizo fue la creación de una nueva nación de la que somos herederos y a la que pertenecemos los mexicanos” (José Luis Martínez). “Al evitar (…) que se repitiera el escenario antillano de exterminación de los nativos; al concebir y realizar un injerto español en el tejido cultural y humano del imperio azteca, Cortés funda (…) el México moderno” (Christian Duverger). Cortés, “inventor de México” (Juan Miralles).
Los demagogos lo culpan de haber exterminado a los indios cuando toda la evidencia constata que los protegió contra la depredación de muchos españoles y de la Corona misma. Le oponen la labor humanista de los misioneros, ignorando que fue Cortés quien los mandó traer. Escribió a Carlos V: “… he enviado suplicar a Vuestra Cesárea Majestad (…) mandase proveer de personas religiosas de buena vida y ejemplo”. No quiere obispos ni prelados que gastarían los bienes de la Iglesia “en pompas y otros vicios”.
En cuanto consumó la conquista, dictó las Ordenanzas, monumento jurídico al sentido práctico, el humanismo y el buen gobierno de los indios (sin ser antropólogo relativista cultural). No se cansó de manifestar su admiración a las ciudades, la organización, el paisaje y otros atributos del imperio azteca. Se le achaca la destrucción de Tenochtitlan sin considerar que ésta ocurrió en su ausencia (expedición a las Hibueras, 1524-26), la cual reprobó a su regreso e intentó corregir, pero sin capacidad para imponerse. Aquí comienza su temprano calvario, que sólo terminará con su muerte. Las expediciones a las Hibueras, California y las Molucas, y el esfuerzo sobrehumano que demandaron son un enigma para los historiadores.
¿Cómo un conquistador en la cima de su poder y gloria abandona su reino en pos de quimeras? ¿Cómo un estratega tan práctico y calculador emprendía expediciones a todas luces ruinosas? Cortés quería completar el imperio universal de Carlos V, encontrar la ruta a China, que creía muy cercana. Su expedición a las Hibueras fue acicateada por la información de que en Honduras había un estrecho que comunicaba el Mar del Norte con el Mar del Sur. Su expedición a California está animada por la creencia de que ahí estaba Catay o Cipango. Nadie sabía, Cortés quería comprobarlo.
Su objetivo no era conquistar el imperio azteca, éste apareció como presagio de las maravillas por descubrir. Conforme va descubriendo que su objetivo final está un poco más lejos, empieza a arraigarse en México. Su mente trabajaba con varios objetivos simultáneos, adaptándolos a las circunstancias. Fue capaz de derrotar las expediciones punitivas de Pánfilo de Narváez y de Francisco de Garay, mientras seducía a los tlaxcaltecas para liberarlos de Tenochtitlan. Asumía el destino, la fortuna, la “real ventura”. Se dejaba guiar por sus pálpitos más allá de lo prudente para nuestros estándares, pero corregía el rumbo por “la necesidad, madre de todos los ingenios”.
Ha sido descrito como “hombre entre dos mundos”, el medieval agonizante y el renacentista. De la España medieval hereda el ideal de fama (su padre fue héroe de la guerra contra los moros); del alba renacentista encarna vigoroso la pulsión del hombre que crece a expensas de su entorno, moderado por su sentimiento cristiano. Como habitante de la modernidad prefiero verlo en esta carta a Carlos V: “Defenderme del fiscal de Vuestra Majestad ha sido y es más dificultoso que ganar la tierra de los enemigos”. Nuestro héroe fue arruinado por la política cortesana y los letrados temerosos e incapaces de comprender su hazaña, el inicio de la historia universal.
Nota para literatos: Cortés es el primer personaje de Kafka en el nuevo mundo arruinado por la maquinaria institucional. Si sólo fuera por esto, merecería un altar sacrificial ante la Suprema Corte de Justicia. Hernán K, precursor de los personajes de Kafka. Al volver de las Hibueras se despertó convertido en un insecto. Don’t worry, Hernán K, las cucarachas nos sobrevivirán.
Publicado en Milenio
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