13 feb 2010

La simulación atravesó el pantano sin mancharse

Joel Ortega

13-02-10

Evocando a la Revista Rotofoto, dirigida por José Pagés Llergo y publicada durante el gobierno del general Cárdenas, en el número 6 de la edición de 20/10 Memoria de las Revoluciones, editado por Conaculta; se publican dos pasajes muy interesantes en el texto de Fernando Ortega Pizarro. El primero (me) descubre un rasgo insólito de la personalidad del general Cárdenas: le toma una foto al Doctor Atl, pintor y muchas otras cosas; aprovechando que está dormitando le acerca una botella y dispara cámara…

El otro pasaje está más vinculado con nuestra partidocracia: en el número 5 de Rotofoto se publica una entrevista con el senador Ezequiel Padilla, donde denuncia que sus compañeros son “senadores de mil pesos mensuales (no sobra decir que esa cantidad hoy es de más de 150 mil pesos) llenos de prebendas, cargados de negocios. Hablan de extrema izquierda y comunismo porque al hacerlo se les facilita lucrar…”, más adelante decía “… en México, la tremenda realidad es que la inmensa mayoría sufre el hambre, de abandono, mientras una minoría de políticos y de líderes sostiene una situación falsa en su exclusivo provecho…”.

Al siguiente número de Rotofoto, el senador Padilla se retractó (como lo hiciese recientemente Miguel de la Madrid), por lo que en su portada publicó una foto de su imagen dando una gran mordida y como explicación: “El señor Padilla resolvió agarrarse del hueso”.

Ezequiel Padilla es un personaje emblemático de nuestra clase política, fue de todo: fundador de la Escuela Libre de Derecho, dirigente estudiantil (supongo de derecha) exiliado; luego nombrado por Obregón como presidente de la Beneficencia Privada; diputado en 1922-24, reelecto en 24-26; procurador general de la República con Calles; fiscal contra León Toral; secretario de Educación con Portes Gil; embajador de Pascual Ortiz Rubio; senador 34-40 con Cárdenas; secretario de Relaciones Exteriores con Manuel Ávila Camacho y hasta candidato presidencial opositor en 1946 contra Alemán, postulado por el Parido Democrático Mexicano —campaña de la cual guardo la credencial de mi padre como uno de sus candorosos activistas—, y al final de sus días senador con Díaz Ordaz.

Cualquier semejanza con personajes de la actual partidocracia no es mera coincidencia, sino triste y patética demostración de que nuestra pluralidad es pura simulación: trapecismo, alianzas contranatura, reformas gatopardianas, quiebra institucional en Ciudad Juárez.

¿Qué sigue?

Publicado en Milenio

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