16 jul 2010

Inmovilismo

Pablo Gómez

16-07-10

¿Qué diferencia podría haber con Blake Mora? ¿La pura manera de hablar puede hacer que las cosas sean diferentes? ¿El nuevo funcionario llega con una nueva política o todo es pura especulación?

Hasta hoy, ningún cambio en el gabinete ha sido expresión de un cambio de política. Las remociones o renuncias se han producido como consecuencia de comodidades o caprichos de quien nombra a los secretarios de Estado. Felipe Calderón ha mantenido la misma política que desde el principio. Se trata de una administración del poder alcanzado, pero no ha existido un plan de reformas, sino sólo algunas reformas aisladas. Quizá el único punto amplio de la idea política de Calderón sobre México ha sido el esfuerzo de instaurar un Estado de policía.

Los secretarios de Estado deben estar en línea con la política del Presidente en turno, puesto que no hay en México un gobierno de coalición ni nada que se le parezca. El problema no consiste en quiénes integran el gabinete, sino en qué política aplican y en cómo la aplican, y ambas cosas son decididas por una sola persona, aunque ésta escuche a los demás.

Esta característica de la situación política de México no cancela las negociaciones entre diferentes fuerzas, formales e informales, pero los alcances de tales negociaciones siempre están limitados por el Poder Ejecutivo. ¿Hasta dónde cede el gobierno frente a una presión? Pues hasta dónde está dispuesto a ceder el Presidente en turno, ya sea por límites autoimpuestos o por necesidades concretas. Pero siempre es así.

Los años de Calderón han sido de inmovilismo. Nada se ha movido de su lugar. El crecimiento económico no se produce, la distribución del ingreso es peor, los monopolios se refuerzan, las finanzas públicas no despegan, las libertades no se amplían, la democracia no se ensancha, la radiodifusión no se diversifica, la educación pública no crece ni mejora. Y para cerrar el círculo de hierro, la crisis de violencia aumenta.

En cuanto Gómez Mont fracasó, los analistas políticos empezaron a inventar maniobras y rejuegos. Lo que importa, sin embargo, es analizar la política de Calderón, el divorcio entre la acción del gobierno y la realidad del país.

Pero existe otra dimensión del problema: la manera de administrar el conflicto político. Desde un principio, Calderón decidió realizar toda clase de concesiones al PRI con la idea de alcanzar una legitimidad negada por la izquierda. Pero, como todo, el camino de las concesiones tiene sus límites. A partir de cierto punto, las cosas tuvieron que cambiar debido a que, ante la ausencia de triunfos propios, el PAN debe buscar la erosión de un PRI triunfador en las elecciones legislativas de 2009. Es evidente que la fuerza del PAN decrece en la medida en que el gobierno fracasa. Y, en medio de ese fracaso, se administra el conflicto político. Ni el PRI quiere ceder en nada pudiera ayudar a Calderón directamente ni el PAN está dispuesto ya a seguir en el camino de las concesiones iniciales a los priistas. Esto no lo puede arreglar un nuevo secretario de Gobernación.

En este marco se ubican las coaliciones electorales locales entre el PAN y el PRD, las cuales han sido interpretadas correctamente por el PRI como la línea más agresiva en su contra. Gómez Mont se opuso tibiamente a tales coaliciones pero éstas eran una decisión de Calderón, como se apreció desde un principio, con el casi unánime respaldo dentro del PAN. Por el otro lado, la división en la izquierda sobre el tema también ayuda a Calderón mediante un acercamiento con la dirección del PRD para abrirle otro boquete a este partido.

Pero a pesar de todas las maniobras y rejuegos, la cuestión principal es que Calderón tiene una política fracasada porque su proyecto es el típico inmovilismo de derecha.

Publicado en Milenio

No hay comentarios:

En defensa del Estado Laico y la diversidad social

Enrique Krauze. La izquierda mexicana