16 jul 2010

La apuesta por el parlamentarismo

Carlos Tello Díaz

16-07-10

El Instituto de Estudios para la Transición Democrática publicó el pasado 6 de junio un manifiesto provocador y valiente a favor de la equidad social y el parlamentarismo. El manifiesto hace un diagnóstico de la situación en el país, donde prevalece, afirma, “un sentimiento de fracaso generalizado que se trasmina en casi todas las áreas de la vida nacional”, y propone un remedio: “una segunda transición, una democracia con objetivos, hacia un régimen de gobierno nuevo”. Sus autores critican a quienes defienden una noción de gobernabilidad que “supone la supresión de la pluralidad”, aunque conceden también que nuestro pluralismo “carece de aliento”. Censuran a quienes están a favor de un sistema de gobierno que “pretende restringir el pluralismo para forjar mayorías artificiales mediante dudosas reglas electorales”, aunque también están conscientes de que la democracia tiene la obligación de resolver —la nuestra no lo hace— el problema del uso eficaz del poder público. Por eso concluyen con estas palabras: “La construcción de un verdadero Estado social y democrático… exige reemplazar el régimen presidencial por un régimen parlamentario”.

Me sorprende que el manifiesto no haya tenido más eco. Es sobre todo por razones externas: los secuestros, los crímenes y las elecciones llenan nuestras noticias. Pero también internas: su impacto en mi opinión fue diluido por haber introducido el tema de la equidad social, que desvía la atención de la propuesta de fondo. La democracia es un mecanismo que regula el acceso al poder (es fuente de legitimidad) y el ejercicio del poder (es fuente de legalidad), pero que no resuelve otros problemas que también son importantes, entre ellos la equidad social, la seguridad pública y el crecimiento económico. Hay muchas cosas por hacer: la cuestión es decidir qué sistema de gobierno nos conviene para hacerlas.

El parlamentarismo es en abstracto, a mi juicio, un sistema de gobierno superior al presidencialismo. Los autores del manifiesto mencionan algunas de sus virtudes: normaliza la negociación como parte del quehacer del gobierno, no atenta contra el pluralismo sino lo incorpora en su propio funcionamiento, evita la permanencia de gobiernos que ya no tienen la mayoría ni la capacidad de convocar a coaliciones. Pero el parlamentarismo es también ajeno, por completo, a nuestra tradición y a nuestra historia. Lo dice el manifiesto: el paso hacia el parlamentarismo “requiere de un salto cultural y político de la mayor importancia”. ¿Cuál es la magnitud de ese salto? ¿Es posible darlo? No hay un solo ejemplo de transición de presidencialismo a parlamentarismo en todo el mundo. El propio desplegado es tímido al respecto, pues inmediatamente después de proponer el parlamentarismo: “El formato que debemos imaginar y ensayar para resolver el problema de gobierno y la ecuación pluralista en México es el parlamentarismo”, da un paso cauteloso hacia atrás: “Aunque no cambiase el formato presidencial, aunque no transitáramos a un régimen parlamentario, de todos modos el futuro de nuestra democracia va a depender, cada vez más, de saber gobernar en coalición”. Estoy de acuerdo. Hoy las alianzas son hechas para ganar, no para gobernar.

En México hay una discordancia entre el sistema electoral y el sistema de gobierno. Los autores del manifiesto por la equidad social y el parlamentarismo optan por conservar el sistema electoral, que expresa nuestro pluralismo, y cambiar el sistema de gobierno por uno parlamentario. Los signatarios del desplegado de No a la Generación del No, entre los que me cuento, optan por conservar el sistema de gobierno presidencial (no por ser mejor en abstracto, sino por ser acorde a la tradición de México) y cambiar el sistema electoral para propiciar gobiernos de mayoría, por medio de mecanismos legítimos como la segunda vuelta. En todo caso hay un consenso: no es posible gobernar sin mayoría.

Publicado en Milenio

No hay comentarios:

En defensa del Estado Laico y la diversidad social

Enrique Krauze. La izquierda mexicana