Rosario Robles
10-07-10
10-07-10
El superdomingo electoral evidenció varios aspectos. Primero, el ciudadano ejerció su poder demostrando con ello que, a pesar de todo, México ya cambió. Se dio cuenta de que con el voto puede modificar el rumbo y manifestó su inconformidad con la incapacidad de los gobiernos para responder a sus exigencias. Nadie debe confundirse y echar las campanas al vuelo. El voto fue contra todos los partidos, pues tanto perdió el PRI bastiones importantes, como el PRD (ahí está Zacatecas), o el PAN en Tlaxcala o Baja California. Los ciudadanos demostraron que no hay dinero ni influencia mediática que compre sus conciencias. Segundo, Felipe Calderón demostró que es muy buen presidente... pero de su partido. La estrategia se tejió desde Los Pinos. Ganó el PAN pero perdió México, pues se dejó a un lado la estatura de jefe de Estado que tanto necesita el país en estos momentos de violencia y desempleo. Se privilegió el interés electoral por encima del nacional. Tercero, la partitura se siguió el pie de la letra. Cada uno de los pasos se fueron tejiendo para lograr un resultado que generara la percepción de que aún ganando, el PRI perdió. Por varias razones: porque la alianza venció en lugares emblemáticos como Puebla y Oaxaca y, sobre todo, porque se derrotó la idea de la inevitabilidad del regreso del tricolor a Palacio Nacional. Cuarto, el pasado 4 de julio salió a flote la triple alianza. La de Felipe Calderón, Elba Esther y Camacho/Ebrard (relación de los dos últimos que viene desde el salinismo). Se unieron porque, más allá de principios y de causas, los juntó un solo interés: frenar el regreso priista y golpear al más aventajado de sus precandidatos: Enrique Peña Nieto. El gobernador mexiquense se convirtió en el enemigo común que hizo posible esta unión, en la que no importan programas de gobierno, ni ideologías, sino el pragmatismo electoral que da réditos en el corto plazo pero que puede salir caro en el largo. No importa que no haya claridad sobre el proyecto de gobierno que habrá de ejercerse en Puebla, Oaxaca o Sinaloa, tampoco que la educación siga sujeta a intereses electorales y que el futuro de millones de niños sea rehén de la politiquería. Quinto, el 2012 se adelantó. Los dos años que restan pasan a un segundo plano (para desgracia de todos nosotros). Mientras los ciudadanos padecen la situación económica o la violencia y esperan soluciones, el gobierno decidió convertirse en una máquina electoral rumbo a la elección presidencial, en un momento en que arriesgar interlocución y gobernabilidad es muy delicado. Sexto, los ciudadanos le dieron una lección al PRI. Castigaron su soberbia y su idea de que pueden regresar a instaurar los mismos métodos y prácticas que tanto repudiamos. Eso no es posible. Si quieren ganar la Presidencia, tienen que cambiar. Entender que es necesario renovar, refrescar las ideas y acercarse a la sociedad. También que las divisiones internas y las imposiciones cobran fractura. Séptimo, la izquierda perdió. Porque permitió una serie de prácticas que, en su momento, se le revertirán. Aceptó el espionaje para enfrentar al adversario, la intromisión del Presidente de manera abierta y descarada en la campaña, el uso de programas sociales con fines electorales, por citar algunos ejemplos. Asumió que la tarea principal era frenar al PRI, cuando debiera ser, además de ello, impedir que el partido en el gobierno renueve su permanencia en Los Pinos. Sacrificó lo más por lo menos. Se olvidó de que los gobiernos que surgieron de alianzas con el PAN acabaron todos privilegiando su relación con ese partido. Octavo y último, el mensaje no sólo es para Peña Nieto, también es para López Obrador, que en el pecado lleva la penitencia. Los que por su decisión heredaron el gobierno de la ciudad y la representación de la izquierda ahora lo quieren marginar. No en balde el tabasqueño reaccionó inmediatamente. En el esquema de las alianzas y del pragmatismo, AMLO no cabe. Ya lo dijo Camacho. Ya lo dijo Moreno Valle, que sin empacho destapó a Ebrard. Pero eso es otra historia.
Publicado en Milenio
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