19-10-10
La alianza de los polos opuestos PAN-PRD presenta dimensiones positivas innegables, avaladas no sólo por los resultados del pasado 4 de julio, donde ganaron tres entidades federativas (Oaxaca, Puebla y Sinaloa) y en dos estuvieron a punto de turrón (Durango e Hidalgo), sino por la experiencia científica misma.
La electricidad surge de la unión de los polos opuestos, los superconductores funcionan a partir de una convergencia de campos de signo contrario y, a principios de este año, un grupo de científicos de la Universidad de Oklahoma logró mezclar por fin el agua y el aceite, iniciando una verdadera revolución en el campo de los biocombustibles.
Es decir, más allá de consideraciones ideológicas, la unión de los opuestos no es contranatura o antinatura per se, y puede reportar beneficios y avances a la vida humana y social. Por lo pronto, ya vimos como las alianzas PAN-PRD pueden electrocutar a un PRI que se veía imparable, energizar a un electorado distante de la política o inyectar combustible a una ciudadanía indecisa o incrédula.
Sin embargo, para que estas dimensiones positivas se potencien y estabilicen, es indispensable una condición básica: que los polos opuestos sean similares en fuerza, dimensión y volumen. Tener constituciones físicas y químicas equivalentes —no estar ubicados simplemente en polos opuestos de un mismo espectro— es lo que permite a una fuerza de signo positivo generar nuevos fenómenos cuando se suma a una fuerza de signo contrario.
Toda proporción guardada, en la alianza de los polos opuestos PAN-PRD no hay esta equivalencia tridimensional de fuerza, peso y volumen, como si la tiene el protón frente al electrón, o el “H2O” del agua frente a los 12 a 24 carbonos del aceite. Por ello, las experiencias aliancistas que en los últimos 20 años han alcanzado éxitos electorales (tres de 10), rápidamente se diluyen y pierden fuerza una vez que se convierten en gobierno. Sacan al adversario común de palacio, pero no logran suplantarlo con un gobierno diferente. Hay alternancia electoral, pero no gobiernos
alternativos.
En las alianzas electorales en curso, el elemento más débil es el PRD, mientras que el PAN es el factor preeminente o dominante. No sólo en términos de población gobernada, peso electoral, fuerza legislativa y estructura organizativa, sino por el hecho de que aquél detenta el gobierno nacional. Este notable desequilibrio entre aliados impares hace previsible un mecanismo de selección natural, que Darwin y Adam Smith explicaron en su momento desde los ángulos de la biología y la economía, respectivamente: el beneficio mayor se lo lleva el más fuerte, mientras que el más débil obtiene un beneficio marginal y momentáneo.
A este desbalance estructural de la alianza PAN-PRD se ha venido a sumar un elemento pernicioso para el segundo: la judicialización de la política o la utilización de los aparatos de seguridad y justicia con fines electorales. Sucede que la cruzada contra la narcopolítica ha encontrado únicamente entre autoridades pertenecientes al PRD a sus casos más emblemáticos (Greg Sánchez y Julio César Godoy), siendo incapaz de detectar casos equivalentes en el PRI o en el PAN, a pesar de las evidencias en contra de algunas autoridades locales difundidas en estados como Aguascalientes, Baja California, Jalisco y Morelos, gobernados por el PAN, o Chihuahua, Durango, Nuevo León, Tamaulipas, Tabasco, Sinaloa y Veracruz, gobernados por el PRI.
La sociedad electoral PAN-PRD ni siquiera le ha permitido a éste ganar autoridad y fuerza para exigir a su socio, no impunidad ni protección para los suyos (como lo hicieron en su momento el PAN con el asunto Amigos de Fox y el PRI con el Pemexgate), sino una procuración de justicia pareja, equitativa y sin ribetes electoreros (ya veremos los usos políticos del godoyazo en las elecciones de Michoacán el próximo año).
Si la actual dirigencia del PRD sigue permitiendo esta abierta judicialización de la política en su contra, además de acentuar su condición de “el socio más débil”, asistiremos a su inevitable transformación de aliado original en rehén principal.
Si a pesar de estos términos desfavorables, el PRD sigue sosteniendo su alianza electoral, habrá que ubicar fuera de la física y de la química las causas más profundas de esta atracción fatal hacia el PAN. Si en una relación de pareja, la parte dominante refrenda su poderío azotando y humillando a la parte débil, y ésta experimenta placer y gozo con esos actos de crueldad y de domino, estamos en presencia no de una “unión progresista”, sino de una relación sadomasoquista. Y estas alianzas no son materia de la ciencia política, sino de la psiquiatría clínica.
Publicado en Milenio
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