23 ene 2011

Entrevista con Cuauhtémoc Cárdenas

En una conversación en torno a su nuevo libro, el ingeniero aborda la situación de la izquierda mexicana y la crítica circunstancia del PRD, al que insiste en exigir una renovación.

Roberta Garza

23-01-2011
Milenio semanal

En 600 páginas Cuauhtémoc Cárdenas aborda seis décadas de la vida política mexicana moderna, desde la campaña presidencial de Miguel Henríquez Guzmán en 1952 hasta nuestros días, cuando se pregunta qué sigue en la lucha por un México mejor. Sobre mis pasos (México, Aguilar, 2010) no es una autobiografía sino un libro de “recuerdos, anécdotas, pláticas, una especie de crónica de hechos vividos o que he conocido por voces de otros, transcripciones de notas de discursos y pláticas públicas”. En conversación con M Semanal, el durante varios lustros considerado líder moral de la izquierda mexicana habla también del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fundado por él en 1989, y de cómo este organismo político se ha convertido en un ente pragmático, sin programa ni ideología definida.

RG: Usted siempre ha sido un personaje muy celoso de su vida privada, muy discreto. ¿Por qué escribir unas memorias?

CC: Porque hubo la propuesta de que las escribiera…

RG: ¿De la editorial o de quién?

CC: De la editorial hubo la propuesta hace muchísimos años, y grabé por varios meses, varios días a la semana. Luego los editores me mandaron la transcripción, bastante bien lograda —lo que no es frecuente—, pero no quedé del todo satisfecho, y aquello se quedó dormido por un año y medio o dos. Luego lo retomé, pero se volvió a quedar dormido, y finalmente quité, puse, revisé y salió lo que salió.

RG: ¿Por qué ahora?

CC: Simplemente porque llegó el tiempo de tenerlo; la fecha no tiene intención alguna. Quería tener un testimonio donde yo diera cuenta de qué he hecho en mi vida pública, y que pudiera compartir con aquellos con quienes hemos coincidido en estas actividades; muchos tendrán sus propias versiones, pero yo tenía interés en dejar algo para los nietos, que son dos de 11 años, quienes no creo que lean mucho estas cosas, pero algún día las van a leer. Y también para que lo repasen aquellos que han estado cerca de la familia, quienes han estado cerca de mí.


EL PASADO PRIÍSTA

RG: ¿Fue difícil, por la herencia familiar, la revisión de la historia del PRI? ¿Fue complicado a la luz de la ruptura posterior?

CC: No, porque en realidad la ruptura se dio porque quienes se apartaron de los principios y de los compromisos fueron los que se quedaron, no los que nos fuimos. Rompimos de frente con el régimen de Estado, el Presidente de la República, la gente del partido y todo lo que eso implicaba.

RG: ¿Cuál fue entonces la principal insatisfacción?

CC: 1986-87 era una época donde ya se sentía un fuerte deterioro social, y empezamos a plantear dos cuestiones básicas: primera, que se diera un mayor contenido y mayor atención a la cuestión social, que se atendieran la caída de los niveles de vida y el empleo. Segunda, que el partido cumpliera con los estatutos para elegir democráticamente a sus candidatos.

RG: ¿Eso se dio realmente alguna vez dentro del PRI?

CC: Esto no está en el libro, pero si nos vamos para atrás, yo podría decir lo siguiente: el Partido Nacional Revolucionario (PNR) nació en 1929. La primera elección fue sumamente difícil: fue cuando llegó el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, cuando todo parecía indicar que el candidato sería el licenciado Aarón Sáenz. En la convención todo mundo esperaba que fuera Sáenz, pero a la mera hora se dio el vuelco y resultó que fue Ortiz Rubio.

Eso fue en la época del Maximato y los periodos difíciles de cambio: entró Emilio Portes Gil a la muerte de Álvaro Obregón, luego Ortiz Rubio y después Abelardo Rodríguez. Pero ya en el caso de la elección de 1934, dentro del partido se abrieron dos corrientes: una a favor del presidente del partido, el general Manuel Pérez Treviño, y otra a favor de mi padre, el general Lázaro Cárdenas. Los dos hicieron campaña abierta por unos meses, y finalmente Treviño se retiró y mi padre fue candidato. En 1938 empezaron a moverse las cosas para la sucesión presidencial, y en los primeros meses de 1939 mi padre le pidió la renuncia a tres miembros del gabinete que eran mencionados como posibles candidatos. Salieron los generales Manuel Ávila Camacho, Francisco J. Múgica y Rafael Sánchez Tapia. Los dos primeros hicieron campaña dentro del partido; las confederaciones de Trabajadores de México (CTM) y Nacional Campesina (CNC) —que tenían poco tiempo de formadas—, senadores, diputados y gobernadores, todos abiertamente se pronunciaron por uno u otro.

RG: ¿Había una línea?

CC: Bueno, yo creo que la palabra final la tenía el Presidente, pero medía cómo estaba el alineamiento de las fuerzas, que en este caso se alinearon con Ávila Camacho. En el por qué fue así habría que profundizar, pero finalmente fue así. Múgica se retiró con un manifiesto tronante contra el partido y contra el propio gobierno. Todavía en la sucesión de Ávila Camacho hay un miembro del gabinete que se fue a la oposición.

RG: ¿Quién fue?

CC: Ezequiel Padilla. Se fue de candidato de equis partido. Todavía en la época del licenciado Miguel Alemán hubo juego interno, y hubo desprendimientos del grupo oficial, como fue la campaña del general Miguel Henríquez. Después, de Ruiz Cortines para adelante ya no hubo disidencia interna, no hubo candidatos del gabinete, y ni siquiera se desprendieron ya del grupo oficial. El candidato de oposición pasa a ser el de Acción Nacional o equis partidos, pero ya no se habla ni siquiera de rupturas dentro del grupo oficial. Hubo un cambio.

ALIANZAS CONTRADICTORIAS

RG: Usted se ha opuesto a las alianzas entre partidos; corríjame si estoy mal, pero ha sido por razones de incompatibilidades ideológicas que llevarían a planes de gobierno descoyuntados; sin embargo, ¿es relevante hablar de esto en un país donde no hay una cosa como un programa de gobierno? Se quedan en el eslogan electorero y ya…

CC: Primero el programa, luego el hombre, y nunca ha sucedido.

RG: Ni una cosa ni la otra; hay poquísima gente dentro de los partidos que realmente tenga definiciones ideológicas.

CC: Sí, pero en el caso de las alianzas que conocemos ahora —entre el PRD y el Partido Acción Nacional (PAN) —, hay, como quiera que sea, dos propuestas que se contradicen ideológica, teórica y prácticamente. Hay cuestiones en que no coinciden; pero no sólo eso, sino que están en posiciones contrapuestas.

RG: Pero normalmente esas posturas suelen ser electorales, ¿no? No inciden realmente en los planes de gobierno.

CC: De acuerdo, pero tenemos varios años de políticas neoliberales a las cuales el PRD ha estado oponiéndose cuando menos en el discurso. Allí hay una contraposición. Además hay cuestiones puntuales, como las cuestiones de género o las agrarias, por ejemplo. ¿En qué patín va un pie y en qué patín el otro, si un funcionario está apoyado por ambos partidos? Cuando en Puebla, Oaxaca o Sinaloa tengan que decidir por una cosa o la otra, ¿cómo lo van a hacer? Ahora bien, acuerdos o alianzas para sacar adelante una política en particular, un proyecto legislativo determinado, pueden darse, en eso no hay problema; es en donde hay objetivos comunes y donde es necesario crear una mayoría, como en las cámaras. Si no hay mayoría legislativa, no pasa una ley.

RG: ¿Es el PRD de hoy lo que usted imaginó cuando lo fundó?

CC: No.

RG: ¿Por qué?

CC: El PRD ha demostrado ser un partido que está haciendo todo por cuotas, esto es, los que tienen más peso relativo en la integración del Consejo Nacional tienen más oportunidades, tienen más cargos dentro del Comité Ejecutivo…

RG: ¿Pero eso no es como lo que ocurre en un proceso democrático cualquiera?

CC: Sí, pero todo se decide a partir de cuotas, y porque dentro del PRD pesan más las llamadas “corrientes”. Algunas de éstas tienen documentos, y cuando uno los ve no es que haya diferencia dentro de sus posiciones políticas, y si los vemos por los principios podrían fundirse; pero la verdad es que es un “quítate tú para ponerme yo”, así es la disputa al interior del partido. Se privilegia el interés de los grupos, el interés personal, y no el impulsar el interés del partido o las causas con las cuales tiene compromiso.

RG: ¿Esto no es un resabio del viejo corporativismo priísta?

CC: No sé si pudiéramos llamarle así, si ese pudiera ser el origen, pero sí hay un cierto clientelismo y un cierto corporativismo, efectivamente.

CREER EN MILAGROS

RG: ¿Usted le ve solución a eso?

CC: Yo veo salida si no se toman las decisiones en función de cuotas. Lo he propuesto en varios momentos.

RG: ¿Cuál sería la alternativa a ese modelo?

CC: Fue una situación de desastre la que vivió el PRD en el 2009 —para no ir más atrás—, cuando tuvo votaciones inferiores a siete u ocho por ciento en dos terceras partes de los estados del país, y en una buena parte de éstos por abajo del cinco, y en dos o tres entidades abajo del dos por ciento. Entonces, ante una situación como esta vamos a reconstruir el partido, a fortalecerlo en sus bases territoriales, en sus comités municipales y estatales, a hacerlo crecer, a darle presencia donde no la tiene. Por otro lado, se está viendo el fracaso de los cuerpos directivos; entonces, pues, que se disuelvan por decisión propia…

RG: ¿Usted cree?

CC: Bueno, uno quiere creer en los milagros.

RG: Ahora están de moda.

CC: Disuélvanse por decisión propia el Consejo Nacional y los estatales, y reconstrúyanlos a partir de un procedimiento democrático, pero primero haciendo crecer y dándole realidad a la presencia del partido. No veo otro camino. Yo lo propuse desde el 2004, y fue la razón por la cual yo salí: decidí renunciar irrevocablemente a los cargos que podían corresponderme en el Consejo Político Consultivo y en el Comité Nacional por haber sido presidente del partido.

RG: ¿Sigue alejado?

CC: Mientras no haya cambio, sí.

¿Y EL PROGRAMA?

RG: Hay un reclamo en el país de una parte importante de la población que no quiere al PRI, a la que no le satisface el PAN y que reclama una izquierda que no esté peleada con el desarrollo y con el progreso, como lo parecen estar muchos de los gobiernos latinoamericanos de izquierda. Una izquierda genuinamente democrática e igualitaria, sin clientelismo, corporativismo, demagogia y monopolios, sino que empuje la creación de la riqueza y del progreso a todos los niveles. Los gobiernos estatales del PRD no superan en modo alguno a sus contrapartes de otros partidos en esto.

CC: Yo estoy totalmente de acuerdo. Algo que también está faltando en el partido es darle más atención y prioridad a la propuesta; esto es, cuál es el programa que puede ser atractivo para la ciudadanía.

RG: Pero programas así ya están, existen, se puede elegir entre modelos de izquierda exitosos y para países en desarrollo. Entonces, modelos hay; ¿por qué no se aplican? Parece ser imposible el cambio a la hora que se llega al poder.

CC: Sí, lo estamos viendo en gobiernos como éste (el de la Ciudad de México), que se supone que son gobiernos de fomento a la entidad productiva, que deben facilitar los procesos de negocios.

RG: Claro, y no estamos hablando de los grandes capitales sino de los pequeños emprendedores, que al fin y al cabo son los que crean ese progreso desde abajo.

CC: De acuerdo. Eso es lo que hay que atender, es lo que tiene qué cambiar.

RG: ¿Y por qué no se da?

CC: Creo que no ha habido capacidad ni para hacer un buen planteamiento que pueda ser aceptado por un conjunto de sectores políticos y económicos, ni tampoco capacidad de convencimiento. ¿Qué quiero decir con esto? ¿Desde hace cuánto estamos hablando de la reforma fiscal?

RG: Años.

CC: Sobre una cuestión bien articulada se pueden poner de acuerdo legisladores de distintos partidos, pero se tienen que sentar con la idea de que efectivamente hay que resolver el problema.

RG: Pero eso es lo que no se da.

CC: Es lo que no hay. La otra cosa es que tenemos un sistema de planeación inexistente. Veamos los artículos 25 y 26 de la Constitución, y recordemos que al principio del sexenio se habla del Plan Nacional de Desarrollo, que se tiene que formular en los primeros seis meses de la administración; la reforma que lo establece se hizo en la época de Miguel de la Madrid. Debe haber por allí unos cinco o seis planes en cajones muy grandes, envueltos en telarañas, y nadie les hace caso y quedan como cartas a Santa Claus. Y no hablo de planeación centralizada. ¿Cuál es el compromiso del Estado? Los planes de desarrollo tienen que trascender los sexenios, hay cosas que arrancan en el cuarto año de un gobierno y que acaban en el siguiente; debemos tener un sistema de planeación que se revise y del que se puedan rendir cuentas: ¿quién es responsable de tal cosa o tal otra?

RG: Pero ya vimos cómo termina eso: tomo el ejemplo de los festejos del Bicentenario, que fueron una vergüenza nacional.

CC: Absolutamente.

RG: No nos podemos poner de acuerdo ni siquiera para hacer una fiesta.

CC: Pues hay que proponérselo: hay que crear un sistema de planeación con compromisos, metas, donde se sepa qué va a hacer cada quién, en el que uno pueda darles seguimiento.

RG: ¿Cuáles son sus planes, ingeniero?

CC: Seguir empujando la posibilidad de que efectivamente haya una propuesta nacional que pueda ser aceptada por gente diversa. No sería una propuesta mía, sino una construida colectivamente. Hemos estado trabajando con la UNAM, nos reunimos un grupo de personas, y ya hemos producido dos propuestas que hicimos llegar en su momento al Congreso.

RG: ¿Y?

CC: Todo quedó en muy buenos deseos.

Publicado en Milenio Semanal

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