Néstor Ojeda
El Peje se alió con Acción Nacional cuando fue presidente del CEN perredista, pero no sólo eso, sino que como jefe del GDF y precandidato presidencial en 2006 se dedicó a destruir todos los liderazgos emergentes e históricos de su partido para garantizarse el control y la postulación a la Presidencia en ese año.
Para hacerlo traicionó y marginó al hombre que lo inventó, prohijó y catapultó a la escena nacional. AMLO pisoteó sin pudor a Cuauhtémoc Cárdenas, fundador de su partido y autor de la ruptura en el PRI que abrió paso a la transición democrática. Y nadie, es su grey sin duda, se lo reclama.
Megalómano y malagradecido, al hacerse gobernante del DF, López Obrador se lanzó contra su antecesora, Rosario Robles, sin importar que su gestión, campaña en medios y exposición pública fueron los factores que le permitieron ganar la elección del 2000 en la Ciudad de México y superar, por muy poco, el efecto Fox que provocó que Santiago Creel se quedara a menos de dos puntos de la Jefatura de Gobierno.
Hoy López Obrador es opositor por definición de las alianzas entre PRD y PAN, presunto defensor de la izquierda y autodenominado —de nueva cuenta— el elegido para rescatar a México. Para lograr sus objetivos, que se reducen a ser candidato presidencial con el fin supuesto de echar a andar un proyecto de nación que de alternativo no tiene nada, y de coherente y viable menos, no tiene empacho en —otra vez— poner en crisis a la llamada izquierda institucional.
El Consejo Nacional del PRD está empantanado en sus intentos por mantener una unidad que hace una década dejó de ser gracias al propio AMLO, quien desde entonces no tuvo empacho en poner por delante de los intereses de la izquierda sus ambiciones.
Lo mejor que le puede pasar al PRD y a la izquierda hoy es que se acabe la simulación y que el PT recoja lo que queda de AMLO, y que sus nuevos dirigentes dediquen sus esfuerzos a construir un partido que en verdad represente los ideales, objetivos y afanes de una izquierda moderna y democrática, lejos, muy lejos, del populismo ignorante y cavernario que representa y encarna Andrés Manuel.
Publicado en Milenio
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