18 jul 2008

Izquierda y democracia

Ifigenia Martínez

26-julio-07


Llevó tiempo establecer un partido de izquierda en el régimen legal electoral de la República. Fue en el cuarto Congreso Ordinario del PRD celebrado en Oaxtepec, Morelos (21 de marzo de 1998) cuando los delegados debatieron, no sin posiciones encontradas la pertinencia de la definición, para finalmente aprobar su identidad de partido de izquierda.

Al adoptarse dicha designación fungía como presidente Andrés Manuel López Obrador; secretario general, Jesús Ortega; presidente del Consejo Nacional, Mario Saucedo; coordinador parlamentario en la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ex presidente del PRD. Todos ellos figuras clave en la consolidación y formación del partido. El Consejo General del IFE al dictaminar las modificaciones a su declaración de principios resolvió su procedencia constitucional y legal en su sesión ordinaria del 29 de abril de 1998.

En el nuevo proyecto de declaración de principios aprobado por el décimo primer Pleno del Consejo Nacional quedó establecido: “El PRD se asume como un partido de izquierda con el propósito de reafirmar sus convicciones, su ideología y sus proyectos de gobierno. Esta definición significa el compromiso de transformar la sociedad y el Estado hasta lograr la equidad, la justicia para todas las personas y la democracia plena, política, social y económica” (28 de enero de 2001). Esta claridad y modernidad en la declaración fue modificada en el documento aprobado por el sexto Congreso Nacional realizado del 24 al 28 de abril de 2001 en la ciudad de Zacatecas para quedar como sigue: “En 2001, al inicio de un nuevo siglo y milenio, sus militantes ratificamos el llamamiento fundador de este partido asumiéndonos como miembros de una organización política de izquierda, plural, amplia, moderna y democrática”, definición que considero de menor claridad y comprensión que la anterior.

A la fecha continúan vigentes los documentos aprobados en Zacatecas y uno de los propósitos del décimo Congreso Extraordinario en agosto próximo, será la revisión y actualización de su declaración de principios y su línea política para fortalecerlos ante los embates, vicisitudes y despojos experimentados por el PRD en las elecciones federales del 2006.

Durante el último cuarto de siglo la vida de la República ha estado marcada y ensombrecida por una corriente económica neoliberal que no ha logrado recuperar la tasa de crecimiento del PIB, de la inversión y de la generación de empleo que durante cerca de medio siglo consiguieron los gobiernos del llamado nacionalismo revolucionario. Hay que destacar, en especial, el desastre de la agricultura y el campo, el desmantelamiento de la industria nacional y el crecimiento de la informalidad lo que ha impedido el aumento del empleo contractual requerido por la creciente población en edad de trabajar, desembocando todo ello en un impresionante aumento de la pobreza, la desigualdad y la emigración.

Esos resultados desmienten cualquier política de Estado que se postule como democrática. Pero también debe mencionarse el aumento apabullante de la riqueza de los gobernantes y grupos de empresarios que han aprovechado la apertura de la economía y la globalización para extender sus actividades y acumular ganancias bajo una carga fiscal legal, personal y empresarial, ridículamente baja y reproductora de la creciente concentración del ingreso y desigualdad social. Cabría esperar una aceptable corrección mediante una reforma fiscal totalizadora y progresiva de los ingresos de las personas físicas, como se hace en todos los países democráticos de economía de mercado y un impuesto sobre la renta de las empresas que elimine privilegios y concesiones en una economía abierta.

Todos los mexicanos, conscientes de la historia pasada y reciente del país, independientemente de su nivel de instrucción, ingreso y riqueza, necesitan coincidir en los objetivos de una democracia real y no fingida como la que ocultaba el sistema presidencialista y autoritario del pasado, pero cuyos objetivos respondían a los intereses del desarrollo nacional. En el presente se requiere precisar objetivos de desarrollo regional, empleo, protección social y defensa sustentable de nuestros recursos naturales como los que postula el PRD, un partido de izquierda plural, que abarca diferentes matices y opiniones críticas consustanciales a su esencia.

La alternancia PRI-PAN ha acentuado las desigualdades debido a la dinámica propia del neoliberalismo y de las fuerzas del mercado que no satisfacen las necesidades socioeconómicas y culturales de la República.

Publicado en El Universal

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