1 sept 2008

Rincón Gallardo

Rincón Gallardo

Catón

1 Sep. 08

Muchas mentiras se dicen en presencia de esa gran verdad que es la muerte. Yo iba a decir una mentira en el inicio mismo de este artículo. Iba a decir: "La muerte ha acallado una de las más nobles y altas voces mexicanas: la voz de Gilberto Rincón Gallardo". Decir eso habría sido falsedad. Ni con la muerte se apaga la voz de quien con la palabra y con la acción luchó contra los silencios y las omisiones del conformismo, la indiferencia y la mediocridad. Vi por última vez a don Gilberto hace poco más de un mes, el pasado 24 de julio. Ese día tuvo lugar en Monterrey un hermoso acto: la firma de un convenio para que personas con discapacidades pudieran cursar estudios en el sistema nacional de universidades tecnológicas, dirigido con excelencia en Nuevo León por José Cárdenas Cavazos. Don Gilberto firmó ese convenio con el gobernador Natividad González Parás, promotor siempre de las buenas causas. Fui convocado por ellos para signar el pacto en calidad de testigo ciudadano. En la ceremonia, a la que dio emoción la presencia de numerosos jóvenes sordos o invidentes, Rincón Gallardo habló al mismo tiempo con elocuencia y con hondura. Luego todos compartimos en sabrosa mesa las ricas viandas de la gastronomía norestense. Ahí me entregó don Gilberto el original de su último libro –por desgracia el último-, cuyo título es: Entre el pasado definitivo y el futuro posible, que contiene Ejercicios de reflexión política en clave democrática. Le puso esta dedicatoria: "Con mi homenaje al talentoso escritor Armando Fuentes Aguirre, 'Catón', mi querido amigo". Muchos errores he cometido yo en la vida, y seguramente cometeré todavía algunos más. Pero los escasos aciertos que he tenido son para mí motivo de orgullo y ufanía. Uno de ellos fue haber votado por Gilberto Rincón Gallardo en la elección presidencial del 2000. No faltó quien me dijera que mi voto había sido inútil. Pero la ética nunca es inútil, y mi voto fue un voto ético. Los dos principales candidatos eran Francisco Labastida, del PRI, y Vicente Fox, del PAN. En el primer caso me gustaba el candidato, pero no el partido. En el segundo, me gustaba el partido, pero no el candidato. No podía, pues, dar mi voto a ninguno de los dos. Pero había una opción valiosa: el Partido Democracia Social presentaba como su candidato a Gilberto Rincón Gallardo. En conciencia decidí votar por él, e hice pública la intención de mi voto antes del día de la elección. Él me llamó por teléfono y me dio las gracias. Cuando estuvo en Saltillo hablamos largamente. De ahí nació una amistad que se reavivaba con encuentros siempre gratos e instructivos para mí. Me habló de sus luchas, de sus prisiones; de su ideal de una izquierda democrática que busque la justicia sin atentar contra la libertad, y que rechace toda forma de violencia, de caudillismo autoritario, de dogmatismo y demagogia. La muerte no puede acallar una voz como la de Rincón Gallardo, que proclamaba los valores del bien y la verdad, y que aspiraba a una sociedad más libre, más justa, más humana. Hago llegar la expresión de mi sentimiento a su ejemplar esposa y compañera de luchas, la señora Carolina, a sus hijos y familiares todos. Sentiremos la ausencia de Rincón Gallardo, pero ahora lo sentiremos más presente no sólo en el recuerdo y en la gratitud, sino sobre todo en el ejemplo que dejó: el de aquel que fue un buen mexicano; el de aquel que -por encima de todo- fue un hombre bueno... FIN.

Publicado en Reforma

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