7 mar 2009

La confesión

La confesión
Joel Ortega Juárez
7-03-09

Carlos Lage, ex vicepresidente, y Felipe Pérez Roque, ex canciller de Cuba, han confesado sus errores en sendas cartas fechadas el 3 de marzo y publicadas ayer en Granma.

Sus confesiones recuerdan las de Artur London por las que fue condenado a cadena perpetúa, procesado junto con otros 13 por “conspiración contra el Estado”, once de los procesados fueron llevados a la horca en 1952. London recogió todo este terrible proceso en su libro L’Aveau, publicado en 1968 y llevado al cine por Costa Gavras en 1970 con guión de Jorge Semprún.

En Cuba, Arnaldo Ochoa fue fusilado el 13 de julio de 1989 junto con Antonio La Guardia procesados junto con otras 12 personas por realizar operaciones de narcotráfico con el cártel de Medellín.

Tanto Ochoa como La Guardia fueron importantísimos miembros de la nomenclatura cubana. Ochoa fue jefe de la Misión Internacionalista en Angola, su juicio fue trasmitido durante un mes por televisión en Cuba, los videos de ese juicio son una verdadera joya.

Antes de Ochoa fueron purgados del partido y el gobierno cubanos los integrantes de la llamada microfracción prosoviética encabezada por Aníbal Escalante, Edith García Buchaca y otros ex militantes del Partido Socialista Popular (comunista).

Obviamente el antecedente mayor de este estilo de juicios fueron los procesos de Moscú en plena era stalinista (1936) y su ejemplo cundió en todo el Bloque socialista, incluida la China de Mao.

La peor pesadilla fue la sufrida por millones en Camboya bajo el régimen de Pol Pot y sus Kmmer Rouge a finales de la década de los setenta.

Es alucinante que vuelva a ocurrir un caso de confesión de errores por altos funcionarios de Estado, que en el caso de Lage y Pérez Roque eran considerados como los relevos “jóvenes” de los hermanos Castro en la isla de la libertad.

Todo indica que al viejo estilo de Francisco Franco, los hermanos Castro tienen todo bien amarrado.

Cualquier sospecha de ambiciones indignas que ilusionen al enemigo externo (ambas categorías de delitos nunca explicadas) tendrán el desenlace de Lage y Pérez Roque.

Nunca como ahora ha quedado claro que el cambio en Cuba sólo será posible a través de una gran participación de la sociedad y de la soberanía realmente ejercitada por los cubanos.

No se debe evadir la reflexión que nos permita entender este tipo de fenómenos, donde los acusados de delitos ambiguos y misteriosos terminan aceptando sus errores.

¿Ese tipo de moral es la que encarna al hombre nuevo del Che?

Publicado en Milenio

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