7 ago 2010

La supervía al autoritarismo

Rosario Robles

07-08-10

Inaudito. De un lado, Jesús Lucatero en representación del gobierno capitalino, del otro, el Frente Amplio que agrupa, por citar algunos, a los habitantes de la Malinche y personalidades que como Cristina Barros son emblemáticas. Pareciera que se trata de una estampa de principios de los años noventa. Pero no, la imagen es de este 2010, cuando la izquierda gobierna la capital, trece años después de que ganara bajo las siglas del PRD. Parece el túnel del tiempo en un viaje... hacia atrás. Pensándolo bien, no es nada extraño. Lucatero defiende lo de siempre, los intereses millonarios de una empresa privada, y Cristina Barros sus causas de toda la vida: la ciudad, sus barrancas y sus cauces, esa región poniente que nos alimenta de oxígeno y agua, la ética de una izquierda que debe gobernar de manera diferente. Quién lo diría. El otrora priista representa ahora a Marcelo Ebrard en una negociación muy delicada. Cristina, como siempre, a los de abajo. Lo paradójico es que, desde 1997, ella emprendió sus batallas apoyándose en la plataforma de los gobiernos perredistas, Lucatero enfrentándolos, luchando contra ellos desde la oposición tricolor. Pero hoy, esta izquierda gobernante da la espalda a muchos ciudadanos que confiaron en ella. Lo hace precisamente en un tema relevante y simbólico: la Supervía que pretende conectar el poniente con el sur de la ciudad. No se puede negar que, en efecto, la conformación de un polo urbano, sobre todo en Santa Fe, sin una comunicación fluida representa un serio problema que requiere respuestas ante un previsible colapso. Sin embargo, la construcción de los puentes de los Poetas que tuvo esa intención hoy demuestra, ante su insuficiencia, que privilegiar el uso del automóvil a la larga no resuelve el dilema, y que en una estrategia diferente de planeación y desarrollo urbano, ésa no puede ni debe ser la solución.

Se equivocan los que piensan que este tema le compete sólo a los interesados y al gobierno. Por el contrario, es asunto de todos, porque la afectación ambiental de esa región tiene consecuencias en toda la metrópoli. Porque se trata de un espacio verde que es parte del pulmón de la ciudad, porque los mantos acuíferos de los que la ciudad extrae una buena parte del agua potable se alimentan de la zona donde se construirán un poco más de 7 kilómetros de este sistema vial, la Sierra de las Cruces. Porque se atenta contra la diversidad animal y especies en peligro de extinción (de acuerdo con Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biológicas de la UNAM, se calculan 69 especies de anfibios y reptiles en la zona que corren riesgos por la obra). Es tema de la ciudad entera, porque los permisos ambientales dejan muchas dudas. Porque se emitieron cincuenta días después de que se expropiaran predios para la obra y porque en su resolución intervinieron funcionarios que, casualmente, trabajaron antes en la empresa beneficiada con un contrato que no deja lugar a pérdidas. Porque al interior del propio gobierno existen dictámenes diferentes entre la Secretaría del Medio Ambiente (en la que participan dichos funcionarios) y la Procuraduría Ambiental, que tiene al frente a una mujer experta y que se incorporó al gobierno desde la administración cardenista.

Pero concediendo el beneficio de la duda sobre la pertinencia de la obra, vale la pena resaltar dos aspectos también relevantes. A contracorriente de las políticas llevadas a cabo desde 1997, el gobierno ha tomado la decisión de concesionarla y autorizar el cobro de peaje. Todo ello en una ciudad que hasta ahora ha apostado por lo público, entre otras cosas porque recibe una parte importante de sus recursos de los impuestos de quienes aquí viven y les dan derecho a obras y servicios. Pero lo más importante: la gente. Los habitantes de esa parte de la ciudad que hoy padecen una historia muy parecida a los viejos regímenes priistas: recursos para comprar conciencias y, si no aceptan, la amenaza, la intimidación. Primero los pobres, se nos dijo. Pero eso ya quedó atrás.

Publicado en Milenio

No hay comentarios:

En defensa del Estado Laico y la diversidad social

Enrique Krauze. La izquierda mexicana